Hace poco más de un año los socialistas, con el apoyo del PP, desalojaron al PNV del poder en Euskadi. Pese a ello, gracias a los nacionalistas vascos, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero consiguió aprobar los presupuestos generales del Estado para el 2010, las primeras medidas anticrisis --que incluían la subida del IVA-- y la ley del aborto. El jueves pasado, sin embargo, los mismos seis diputados del PNV que apoyaron aquellas leyes votaron en contra del plan de recorte del déficit, instado por la UE para paliar la gravísima crisis económica.

Ese cambio de posición y la duda de si será un episodio aislado o una estrategia duradera eran las incógnitas que recorrían los escaños y pasillos del Congreso el jueves, cuando el Gobierno logró salvar el tijeretazo por un solo voto y con el único apoyo de sus propios diputados. Ni siquiera los parlamentarios del PNV tenían una respuesta para esas cuestiones. La decisión la tomó el Euskadi Buru Batzar (EBB), el órgano ejecutivo del partido, en el que no está ninguno de ellos. De hecho, ellos se decantaban más por la abstención, porque les parecía una posición más responsable.

VARIAS INTERPRETACIONES En círculos políticos de Euskadi y Madrid se barajan interpretaciones de diversa índole. Una simple: es la "venganza retardada" tras el aterrizaje de Patxi López en Ajuria Enea. Si fuera así, esta venganza, servida en plato frío, tendría vocación de permanencia y buscaría hacer sufrir a Zapatero las consecuencias del fin de 30 años de dominio nacionalista. "Quieren que Zapatero se hunda para provocar también la caída del lendakari y las elecciones anticipadas en Euskadi", sostenía un diputado socialista.

Pero esta no es una opinión mayoritaria. De ser así, argumentan otros dirigentes del PSOE, el PNV habría mantenido esta posición desde el principio y no habría salvado al Gobierno en situaciones difíciles como los presupuestos y la ley del aborto, más cuando en legislaturas anteriores se negó, por ejemplo, a respaldar cualquier modificación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Y admiten que ha habido un desencuentro reciente con la aprobación de la llamada enmienda Florentino, que elimina el blindaje en las grandes empresas, pero no lo creen de tanta magnitud.

SECTOR CRITICO CON FUERZA Así que hay dirigentes socialistas y nacionalistas que coinciden, por el contrario, en que lo ocurrido responde a que el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, cedió ante el sector crítico de su partido, encabezado por Joseba Egibar, que estaría ganando fuerza interna. De hecho, mientras Urkullu explicaba la semana pasada que estaban estudiando el decreto para decidir su posición, Egibar aseguraba ya que el voto sería negativo.

Urkullu tiene más control sobre el PNV que su antecesor, Josu Jon Imaz, entre otras razones porque venía de liderar el partido en Vizcaya, el territorio que atesora más peso interno. Parece que ahora, sin embargo, los críticos están mejorando sus posiciones, hasta el punto de que hay quien cree que, si celebrara hoy un congreso, Urkullu tendría muy difícil revalidar su posición. Una de las personas consultadas aseguró incluso que "en los batzokis las sedes sociales del partido se comenta que el próximo presidente del PNV será Ibarretxe". El exlendakari goza de gran predicamento entre las bases.

Sea cual sea la razón del no al tijeretazo, tanto en el grupo parlamentario vasco como entre los socialistas existe la convicción de que podrán recomponer las alianzas, lo que permitiría a Zapatero aprobar también los presupuestos para el 2011. Hoy por hoy, esta es la única esperanza que le queda al Gobierno, después de que Josep Antoni Duran Lleida anunciara el mismo jueves que CiU no los respaldará. Pronto se verá, porque el Ejecutivo necesita apoyos para aprobar en junio el techo de gasto de los presupuestos, el primer paso para su elaboración.

La hipótesis de que el Gobierno contará con el PNV para sacar adelante las cuentas para el próximo año se refuerza con dos argumentos. El primero, el convencimiento de que los nacionalistas vascos no habrían votado contra el decreto que recoge los recortes del gasto público si hubieran temido impedir la viabilidad parlamentaria de esas medidas anticrisis. El segundo, que Urkullu estaba dispuesto a negociar el voto del PNV a cambio de que no se retrasen las obras del AVE al País Vasco y de que se aplace un año la transferencia de las políticas activas de empleo. Esta vez, Zapatero no quiso entrar en el trueque, pero postergó la negociación al momento en que se entre en el debate sobre los presupuestos. En ese momento sí caben las contrapartidas. El grupo parlamentario de los nacionalistas vascos en el Congreso es el instrumento más útil del PNV una vez que ha perdido el Gobierno autonómico.

EN POS DE LA ESTABILIDAD Muchos socialistas defienden incluso que ahora que CiU ha anunciado su negativa a respaldar las cuentas, ha llegado el momento de abandonar "la geometría variable" y de buscar un acuerdo estable con los peneuvistas para lo que queda de la legislatura. Personas del entorno de Zapatero reconocen que "el Gobierno se ha quedado solo y tiene que reconstruir los apoyos".