Unidos en la diversidad." Tal es el lema de la Constitución europea, que paradójicamente no ha logrado unir ni siquiera a los dos partidos españoles que defendían el en el referendo del domingo. Separados hicieron campaña socialistas y populares, y enfrentados valoraron ayer el veredicto de las urnas. Si, como proclamó el Gobierno, Europa miraba a España, ¿qué pudo ver ayer? Pues al PSOE y al PP disputándose el éxito del y culpándose de la alta abstención. Todo un ejemplo.

Ni un leve brote de generosidad asomó ayer en el erial de la siempre crispada política española. Todos los dirigentes releyeron los resultados del 20-F como si de unas elecciones convencionales se tratara, tratando de identificar el sí, el no y la abstención, según el caso, con las siglas propias o las del adversario.

Lejos de celebrar al unísono el triunfo del , PSOE y PP airearon sus intereses partidistas, conscientes de que, una vez cerradas las urnas, la confrontación entre ambos ya no podía influir negativamente en el resultado.

Para ser exactos, la disputa entre socialistas y populares empezó la misma noche del domingo, tan pronto como se abrieron las urnas y se confirmó que la abstención iba a adquirir proporciones históricas al superar el 57% del censo. Pero lo cierto es que durante la jornada de ayer la pelea arreció con inusitada rudeza. Porque rudos, por no decir primarios, fueron los argumentos esgrimidos por ambos bandos. Y si no, véanse los ejemplos.

SIN CORSE INSTITUCIONAL Aunque presidió la reunión de la ejecutiva del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero prefirió guardar silencio. El presidente del Gobierno, que gracias al referendo asiste hoy fortalecido a la cita en Bruselas de la Unión Europea con el presidente de EEUU, George Bush, dejó que su secretario de organización, desprovisto de todo corsé institucional, compareciera ante la prensa.

Y qué duda cabe de que José Blanco se empleó a fondo: definió el resultado de la consulta como un "éxito" de los ciudadanos, de España, de la UE y... de Zapatero y el PSOE. Del presidente, por atreverse a convocar el referendo europeo; y del partido, por su campaña divulgativa.

NI UNA SOLA CONCESION Ningún mérito concedió Blanco al PP en la aplastante victoria del (76,7% del voto escrutado), pese a que, calculadora en mano, resulta metafísicamente imposible que los 10,8 millones de papeletas afirmativas correspondieran en exclusiva a los 11 millones de españoles que en las elecciones generales del pasado año votaron socialista. Máxime si se tiene en cuenta que en aquellos comicios votaron 25,9 millones de españoles, frente a los poco más de 14 millones del pasado domingo.

Superado el tono conciliador que Zapatero musitó en la Moncloa la noche del domingo, Blanco acusó a los populares de tergiversar la realidad para "empañar" la consulta y así atacar al Gobierno. Se esforzó el dirigente socialista en quitar hierro a la elevada abstención, que calificó de "razonable" habida cuenta de que, a su juicio, contó siempre con el "estímulo" del PP.

A la misma altura que Blanco se situó el presidente del PP. Mariano Rajoy definió como una "pequeñez y mezquindad" que Blanco insistiera ayer, como hizo el domingo, en subrayar el alto porcentaje de noes cosechado en los tradicionales feudos del Partido Popular. También el dirigente conservador se arrogó el mérito del sí, al tiempo que le echaba en cara a Zapatero haber hecho lo propio: "Atribuirse un resultado que no ha sido brillante y es una falta de modestia", sentenció Rajoy, quien desmintió que, contra lo afirmado la víspera por Zapatero, el a la Euroconstitución sea un aval a su proyecto de llevar a España "al corazón de Europa".

GUERRA DE CIFRAS ESTERIL Frente a los datos del PSOE, Rajoy esgrimió los suyos, en una guerra de cifras tan poco elegante como estéril. Además de achacar la abstención a la "precipitación" con que Zapatero convocó la consulta, destacó que en varias provincias con alta participación el PP ganó al PSOE en los últimos comicios. Lo que, científicamente, no significa nada: ni que los votantes conservadores se movilizaran más que los socialistas, ni que necesariamente lo hicieran en favor del Tratado europeo.

Tampoco coincidieron Blanco y Rajoy al analizar los resultados registrados en Cataluña, la comunidad que, tras Euskadi y Navarra, emitió un porcentaje más alto de votos negativos: el 28%, 11 puntos más que la media española. Y difícilmente podían coincidir, pues sus ópticas eran contrapuestas: mientras Rajoy recordó que quienes propugnaban el no eran los socios de Zapatero, ERC e IU-ICV, Blanco evitó cualquier reproche a los aliados del Gobierno y endosó la responsabilidad a la tardía apuesta de CiU por el sí.