Cuando Pedro Sánchez cayó, el pasado 1 de octubre, los partidarios de Susana Díaz pensaban que la presidenta de Andalucía podía tomar el relevo por aclamación. La hoja de ruta consistía en aplazar las primarias para que la militancia asimilara la traumática abstención ante el PP, logrando por el camino que el exsecretario general se diluyera y que Díaz apareciese como la única llamada a ocupar el puesto. Salvo el dominio de los tiempos, nada de esto se ha cumplido. Ni las bases socialistas han aceptado como mal menor el haber facilitado la continuidad de Mariano Rajoy en la Moncloa ni Díaz alcanzará el liderazgo del PSOE sin medirse con ningún rival. Si los equipos de los tres aspirantes (Patxi López, Sánchez y la presidenta de la Junta) coinciden en algo es en que la carrera que ahora comienza será la más sangrienta vivida por el PSOE en todo el periodo democrático.

Primero llegó el exlendakari. El 14 de enero, horas después de que los socialistas aprobasen la celebración de sus primarias a finales de mayo, López, que se había mostrado en contra de la abstención ante el PP, llamó a los líderes territoriales para anunciarles que al día siguiente presentaría su candidatura. A todos, explican varios de ellos, les dijo que se lanzaba para cortarle el paso a Sánchez. Logró el efecto opuesto. El exlíder había estado hasta ese momento abatido, “de luto” según sus colaboradores, pero aquello fue “un revulsivo”. Reactivó sus actos con los militantes y poco después anunció que él también competía. Desde entonces ha mostrado una enorme capacidad de convocatoria, hasta el punto de forzar a Díaz, que quería esperar hasta el mes que viene, a adelantar su paso al frente. La andaluza lo hizo el pasado domingo de unaextraña manera: en lugar de anunciar ella misma que se lanzaba, su entorno anunció que dentro de dos semanas, el 26 de marzo, anunciaría que se lanzaba.

“Esta carrera no es como las demás. Todo lo que ha ocurrido en los últimos meses y la animadversión que se tienen Sánchez y Díaz la hace completamente distinta”, señala un veterano dirigente.

Los partidarios de la presidenta de la Junta argumentan que el exsecretario general “desborda los márgenes del PSOE”. Dibujan a un dirigente que tras dejar al partido “más dividido que nunca” y lograr “unos resultados patéticos”, se viste ahora de “salvador”, abogando por la plurinacionalidad de España y el trabajo “codo con codo” con Podemos, sin importarle las heridas que reabrirá ni si “desestabilizará” a los presidentes autonómicos socialistas. Salvo la balear Francina Armengol, todos están con Díaz. Los colaboradores del exlíder, en cambio, subrayan que esta batalla será sangrienta por culpa de la andaluza y sus apoyos, cuyos expeditivos métodos para forzar la caída de Sánchez (la dimisión de la mitad más uno de los miembros de la última ejecutiva, por ejemplo) carecen de precedentes.

EL ENFADO DE LAS BASES

Y en medio está López, que se presenta como el antídoto a la “confrontación” y lo fía todo a este mensaje. Los equipos de Díaz y Sánchez creen que el exlendakari solo logrará en torno a un 10% de los votos de los 180.000 militantes, pero a partir de ahí no se atreven a hacer grandes predicciones sobre el resultado de las elecciones internas.

La presidenta de la Junta, cargo que quiere compatibilizar con el de líder del PSOE, parte como favorita. Tiene detrás a los líderes de las federaciones más importantes, a la mayoría de los afiliados andaluces, que suman cerca de 45.000, y a pesos históricos como Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Luis Rodríguez Zapatero. El equipo de Sánchez reconoce esta ventaja de su adversaria, pero asegura contar con dos armas para neutralizarla: Cataluña y el enfado de las bases con una abstención ante el PP de la que responsabilizan a Díaz. Si el exsecretario general logra una amplia victoria entre los 14.000 militantes del PSC y cosecha un 30% de votos andaluces, algo en lo que confían, puede dar la sorpresa dentro de algo más de dos meses, un espacio de tiempo que se va a hacer larguísimo dentro del PSOE.