Más de dos meses después de las elecciones que le consagraron como candidato más votado del independentismo, Carles Puigdemont presentó ayer su renuncia a presidir la Generalitat. Estas semanas agónicas le han demostrado que no tenía el consenso de todos los soberanistas para mantener el choque con el Estado en su grado máximo, como él pretendía. Pero el esperado paso al lado de Puigdemont no equivale a una rendición definitiva: explicitó que su renuncia es «provisional», confirmó que se mantendrá al frente de una estructura paralela en Bélgica -al que se refirió como «Consell de la República»- y señaló como sucesor a Jordi Sànchez, preso en Soto del Real. La candidatura del exlíder de la ANC presagia un nuevo enfrentamiento inminente con las instituciones españolas.

El guion soberanista se cumplió según lo previsto. Primero, el Parlament aprobó un texto que reconoce a Puigdemont como «legítimo candidato a la presidencia de la Generalitat». Y solo después, tras ver reconocida su autoridad, el expresidente accedió a dar el paso al lado que le reclamaban tanto sus rivales políticos como muchos de sus propias filas.

Puigdemont se dirigió a los catalanes como acostumbra desde que está en Bruselas, donde se encuentra desde poco después de proclamar en el Parlament -el 27 de octubre- una independencia que no se concretó: a través de un vídeo colgado en las redes sociales. En un mensaje de 13 minutos, que en su versión en inglés quedó reducido a dos minutos, el expresidente trazó las líneas de cuál va a ser su actuación a partir de ahora. Pueden resumirse en una idea: intentará internacionalizar las tesis independentistas para convertirse en la pesadilla del Gobierno español.

Puigdemont dijo que su Gobierno fue «expulsado arbitrariamente» en octubre tras un «golpe de Estado de apariencia constitucional». No escatimó descalificaciones contra el Estado: dijo que ha emprendido una «enloquecida ofensiva contra el conjunto del país», y que el Rey se puso al frente «de la estrategia de ir a por los catalanes». «El inefable a por ellos fue alentado», añadió, «desde una Monarquía que ya ha dejado de representar, por decisión propia, a todos los ciudadanos».

De hecho, el expresidente anunció que ayer un grupo de abogados internacionales han interpuesto una demanda en su nombre contra el Estado ante el comité de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, por «violación de la declaración universal de los derechos humanos y la carta de los derechos civiles y políticos». En su opinión, «nada hace justificable la colección de abusos» que ha cometido España.

Pero la parte más destacable del discurso, políticamente hablando, llegó cuando Puigdemont explicitó su renuncia. Explicó que ha pedido al presidente del Parlamento, Roger Torrent, que retire «provisionalmente» su candidatura a ser investido presidente de la Generalitat, y que active cuanto antes la ronda de contactos con los grupos para proceder a la elección de un nuevo aspirante. Y adelantó que JxCat propondrá a Jordi Sànchez, número dos de la lista de la formación el 21-D. Sànchez dejó claro en un tuit desde la cárcel que se somete a la autoridad de Puigdemont: «Es un gran honor y una enorme responsabilidad poder representar al pueblo de Cataluña. El president Puigdemont, el vicepresident Junqueras y todos los consellers destituidos por el 155 son el verdadero Govern legítimo de Cataluña». Puigdemont dijo que la principal razón que le mueve a dejar paso es que se pueda formar un Govern lo más rápidamente posible, como pretendían tanto el PDECat como ERC. «Ahora Madrid no tendrá ninguna excusa para continuar con su política de ocupación».