Mientras España prosigue sus relaciones diplomáticas con Marruecos, centradas ahora en lograr el libre acceso de periodistas a El Aaiún y en conseguir un "informe independiente" de los hechos acaecidos, la cruda realidad se impone entre los saharauis de la ciudad.

Una "lista negra" circula por El Aaiún con los nombres de cuántos encabezaron las protestas sociales que alrededor de 20.000 saharauis llevaron a cabo hace más de un mes a las afueras de la antigua capital española. Según denuncian grupos de activistas y representantes de oenegés, el Gobierno marroquí quiere ajustar cuentas con los que denominan "grupos de milicias del Polisario que secuestraron a los saharauis del campamento Gdeim Izik", pero también con los destacados activistas que durante los últimos años abanderaron la lucha por la autodeterminación para el territorio del Sáhara Occidental.

"A mí me buscan por enviar información sobre el Polisario al resto del mundo y por mantener contacto con los periodistas", explicó Abdelahi, que desde el día del asalto, el pasado 8 de noviembre, vive casi sumido en la indigencia y en la clandestinidad. Su vida "corre peligro" porque, según las autoridades, organizó el viaje a El Aaiún de varios parlamentarios vascos y el del europarlamentario de IU Willy Meyer, que fue abortado por orden de las autoridades del país magrebí.

Cada tres horas, el activista Abdelahi se desplaza de un refugio a otro sin dejar rastro alguno. Dice que resistirá hasta que El Aaiún recobre cierta normalidad. Teme volver a su ciudad natal, Smara, a 130 kilómetros, después de que un grupo de agentes haya registrado violentamente su casa, requisado su ordenador y, peor aún, se llevara a su hermano pequeño como rehén para presionar. "Lo encerraron un día entero, pero al ver que no me entregaba, lo liberaron", declaró por vía telefónica a este diario.

El padre de otro activista, Hassan Alia, conocido por acoger en su casa a observadores internacionales, declaró que su hijo está "en buen estado y bien escondido". "Mira, es un activista muy señalado porque viajó a los campamentos de Tinduf , y como él hay muchos en búsqueda y captura que visitaron también Argelia", manifestó aún con pánico por la violencia con la que entraron en su casa.

UNA RATONERA La pista de Mohamed Mauriya, miembro de la Asociación contra Violaciones de Derechos Humanos (ASVDH) hay que ir a buscarla desde hace dos días entre sus camaradas. Su móvil dejó de operar cuando supo que la policía lo intervino. "Me quieren porque colaboré en el campamento Gdeim Izik. Cualquiera con una vinculación con el acantonamiento está en busca y captura". Y su familia se ha visto asediada y vejada por las fuerzas del orden. La antigua capital española se ha convertido "en una pequeña ratonera con difícil o ninguna escapatoria". "Ahora solo falta esperar", añadió Mauriya desde su nueva madriguera.

No corren la misma suerte los activistas Namaa Asfari, Abdelyalil Larosi y Abdelahi Lekhfaouni. Esperan, con otros cinco saharauis, un juicio militar en Rabat, acusados de "constituir banda armada". Formaron parte del comité organizador y de seguridad del campamento-protesta convertido, tras la intervención militar, en polvo y ceniza.