Cuando la nuclear de Ascó empezó a revisar a los escolares que la habían visitado, los gestores de la central y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) hablaron de chequeos casi rutinarios en los que, con toda seguridad, no se iban a detectar rastros de radiación. Ayer, en cambio, la presidenta del organismo regulador, Carmen Martínez Ten, admitió durante su comparecencia en el Congreso que si la partícula de mayor actividad radiactiva hallada en el interior del recinto hubiera sido respirada o ingerida por una persona, esta hubiera superado el límite legal de radiación previsto para el público en general, que es de 1 milisiber por año.

Eso no hubiera supuesto, según el CSN, ningún riesgo para la salud. El límite legal para los trabajadores es 50 veces superior y tampoco se considera que superado este umbral la salud esté en peligro. Pero ¿qué hubiera ocurrido si alguien hubiera recibido una dosis de varias partículas? La pregunta quedó sin respuesta en la comparecencia de Ten y no deja de ser inquietante si se tiene en cuenta que hasta ahora se han hallado ya mil partículas, el 99% de las cuales estaban en el interior del doble vallado del recinto nuclear, y que la fuga empezó en noviembre.