Un infierno. Así definió el Ayuntamiento de Lekeitio (Vizcaya), dirigido por el PNV, la situación vivida durante la madrugada de ayer, cuando decenas de encapuchados emprendieron una batalla campal contra la Ertzaintza y destrozaron el mobiliario urbano mediante una calculada estrategia de guerrilla. La batalla se saldó con cuantiosos daños materiales, siete heridos leves, entre ellos un agente, y ocho detenidos, una de las cifras más altas de arrestos en el transcurso de incidentes callejeros registrada en los últimos años en el País Vasco.

La excepcional virulencia de los radicales provocó el rechazo y la condena generalizada. El consejero de Interior, Rodolfo Ares, aseguró que la Ertzaintza seguirá trabajando con "firmeza, mesura y profesionalidad" para mantener el orden público y hacer respetar la ley, impidiendo que quienes amparan la violencia se "apoderen" de la calle.

CASO AISLADO Desde su llegada al cargo, Ares ha intentado que las fiestas populares dejen de ser el escaparate de las reivindicaciones proetarras. A pesar de la relevancia de los desmanes en Lekeitio, Interior rehusó considerarlo un "salto cualitativo" en el desafío de los seguidores de la ilegal Batasuna a las fuerzas de seguridad. Es más, lo calificaron de un caso aislado y se mostraron cautos a la espera de ver cómo se desarrollan otras jornadas festivas.

Ares eludió también cualquier polémica con la corporación municipal de mayoría peneuvista que, junto a su contundente condena de los desórdenes, enmarcó lo ocurrido en el "calentamiento global" que Euskadi "ha sufrido" este verano. Era una indirecta alusión al combate mantenido por el Gobierno de Patxi López contra la simbología etarra y que el PNV ha cuestionado mucho, sobre todo por sus formas. El equipo de gobierno de Lekeitio apuntó que los municipios de Euskadi se han convertido en "epicentros y escenarios donde echar un pulso", dejando a los ciudadanos en simples "víctimas del horror". Un horror que se inició después de la medianoche, el momento clave de las fiestas de Lekeitio.

FUEGO A DISCRECION Un grupo de jóvenes se concentró ante la sede de la policía. Corearon consignas ofensivas para la Ertzaintza y lanzaron objetos contra la fachada. Tras un primer rechazo de los agentes, que pidieron refuerzos, los encapuchados desplegaron su ira incendiaria por todo el municipio de 7.500 habitantes. Solo un barrio se salvó del fuego. Hubo nueve incendios en cinco horas. Ardieron 25 contenedores de basura y tres vehículos particulares quedaron calcinados, así como varios cajeros automáticos y los portales de varias oficinas bancarias.