El pasado jueves se dio una situación chocante en el Congreso de los Diputados: el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, compareció ante sus señorías para hablar de paro y de sus planes para atajarlo. Y lo hizo porque lo pidieron, entre otros, los diputados populares. Pues bien. Zapatero abordó el asunto del empleo y, ya metido en faena, explicó a propios y ajenos cuáles son las reformas económicas que piensa acometer --rondan la veintena-- desde ahora hasta que acabe la legislatura. Obviamente, el jefe del Ejecutivo buscaba transmitir a la opinión pública, a los organismos internacionales y a los mercados que tiene un plan (el tiempo dirá si acertado o no) como herramienta para intentar superar la crisis económica; que aún tiene puesto el mono de trabajo y que, de la mano del PNV y CC, piensa apurar su estancia en la Moncloa hasta el 2012.

¿Cómo respondió a esto el líder de la oposición? Pues se quedó en un muy calculado manzanas traigo . Y es que Mariano Rajoy ha decidido "dar por muerta" la legislatura, diga lo que diga el presidente, a fin de restar cualquier relevancia a las propuestas gubernamentales (con independencia de su calado) y seguir torpedeando la debilitada credibilidad de Zapatero.

Evitar la colaboración

El entorno de Rajoy explica que la estrategia radica en evitar colaborar, aunque sea por omisión, en la posible resurrección de la imagen del jefe del PSOE ante el electorado de centro y los descontentos socialistas, opción que el PP contempla en caso de que los vientos económicos comiencen a ser propicios.

Las fuentes populares consultadas apuntan a que las encuestas siguen siendo muy buenas para su formación y que, de puertas para fuera de la sede del PP, conviene "airearlas" de vez en cuando para que un electorado que ha sufrido dos derrotas consecutivas ante Zapatero esté animado. No obstante, algunos veteranos del partido --a los que suele escuchar el líder con atención-- recomiendan no caer en la autocomplacencia y sí sacar lecciones de lo ocurrido otras veces.

En los meses previos a las elecciones de 1993 y 1996, el PP aventajaba al PSOE de Felipe González en más de diez puntos. En ambas ocasiones, José María Aznar perdió las primeras por no conseguir arrastrar a los votantes de centro y a los descontentos socialistas que, por entonces, prefirieron abstenerse o volver a votar a un desgastadísimo González antes que apoyar al PP.

Los datos del último barómetro del CIS certifican que el electorado socialista está muy desmotivado. La fidelidad del votante del PP, sin embargo, ronda el 70%. "Hay que abrirse al centro. Los diez millones de votos que tiene Rajoy no bastarán si los cabreados con Zapatero recuperan la fe en él o no son capaces de ver que hay otra opción posible", enfatiza un dirigente popular.

¿Y por qué vía piensa Rajoy lograr ese objetivo? Pues, a tenor de los mensajes que elige y de los análisis de sus colaboradores, intentando machacar sin piedad la imagen de su adversario, restándole credibilidad para solucionar (siquiera para paliar) la sangría de parados o los problemas de la economía española. "Ni agua". Esa es la filosofía del PP. Se trata de desoír cualquier iniciativa que llegue desde el PSOE, dicen, para evitar hacer publicidad con la réplica.

Adelanto electoral

En este contexto argumental trata el PP de justificar que Rajoy siga, erre que erre, exigiendo un adelanto electoral que de sobra sabe que no llegará, salvo inesperado terremoto político en caso de que el PNV y CC decidieran abandonar a su suerte a Zapatero. Esa hipótesis, por el momento, se antoja difícil.

Pero el líder del PP cree que exigir la cabeza de Zapatero como única salida a la crisis es la manera más llamativa de decir que él, que participó en lo que los populares llaman "el milagro económico" de José María Aznar, es la pócima que curará los males que arrugan los bolsillos de los españoles.

El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, aprovechó la última convención organizada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, para aconsejar a su jefe que, además de tirar de la crítica, exhibiera alternativas. Pero Rajoy considera que aún no toca. Que le conviene mostrar propuestas por goteo, sin excesos. Que tiene un adversario que erosionar y un eslogan: "La legislatura ha muerto".