Dijo que iba a hablar de futuro. Pero Mariano Rajoy gastó una parte de su discurso en la clausura de la convención nacional del PP en alabar los ocho años de Gobierno conservador y la otra en acusar a José Luis Rodríguez Zapatero de haber "dilapidado" los dos últimos. El objetivo era sentar las bases "de un proyecto político para una generación"; sin embargo, la única propuesta que hizo al Gobierno en las dos grandes cuestiones de Estado es que rectifique su lucha contra ETA y el Estatuto de Cataluña. De lo contrario, prometió, "van a tener queja para rato".

En los discursos que Rajoy se reserva para las grandes ocasiones acostumbra a haber mucho de cal y un poco de arena. Es decir, matices o sutilezas que den a entender que su forma de hacer política no es exactamente igual que la que el PP puso en práctica hasta que perdió las elecciones. Ayer, no los hubo. Aunque aseguró que los populares no se habían reunido "ni para transmitir una nostalgia del pasado ni para lamentar el presente", sino para adelantarse al futuro, el líder del PP evitó desmarcarse del legado de José María Aznar y hacer aportaciones sustanciales que justificasen el objetivo del cónclave: renovar ideas.

NO A "BENDECIR ERRORES" Sus palabras no sonaron diferentes a las que los dos días anteriores pronunciaron Aznar, Angel Acebes, Eduardo Zaplana, Jaime Mayor Oreja y Pío García Escudero. Definió el Estatuto como un "error" que lamentarán todos los españoles y los catalanes que no sean "nacionalistas fervorosos". Su ofrecimiento en este punto consistió en llegar a un pacto "para rectificar el error, no para bendecirlo".

En política antiterrorista, insistió en que Zapatero ha roto el pacto con el PP y evita que se cumpla la ley de partidos. Por lo tanto, para recuperar el consenso puso dos condiciones "bien fáciles": que el Gobierno renuncie a todo lo que no sea la derrota de ETA y que a Batasuna se le aplique la ley sin contemplaciones. "No estamos escogiendo entre el fin del terror y la dignidad. Escogemos entre lo que es eficaz para acabar con el terrorismo y lo que no sirve para nada".

El principal reproche de Rajoy a Zapatero fue que el jefe del Ejecutivo "carece de plan" para España. Le llamó "errático" e "imprevisible" y trasladó la impresión de que está secuestrado por culpa de sus socios en el Parlamento y de que sólo le interesa mantener el poder.

Tras dibujar un panorama sombrío, se puso "optimista" y aseguró que se puede hacer frente a los retos llamando a "no esterilizarse en batallas perdedoras". Habló de reaccionar ante el crecimiento de los gigantes asiáticos, el envejecimiento de la población española, y el encauzamiento de la inmigración y de la competitividad profesional. Pero no dijo cuáles son las medidas que el PP ofrece para solucionar estos problemas.

Para conocer con detalle cuáles son y cómo pueden aplicarse, habrá que esperar. Porque además de recomendar "trabajo, constancia y liderazgo" para que el PP "encuentre las respuestas", no las desgranó. En teoría, ése era el papel de los 14 grupos de trabajo de la convención pero el jefe del PP no aprovechó su intervención para trasladarlas a los asistentes al plenario.

ANIMOS E ILUSION Para infundir ánimos y mantener la ilusión hasta que llegue la cita con las urnas, Rajoy dedicó el final de su alocución a felicitar al partido por la organización de la convención y a asegurar que el PP es una "alternativa real de futuro" y que puede volver a la Moncloa. Recordó que no es "la primera vez" que la sociedad española les reclame y dio por hecho que "volverá a responder" porque los ciudadanos saben que el "único norte" del PP lo marcan "las necesidades de la gente".

No pudo evitar que sus promesas fueran una contraposición de lo que considera que el Gobierno socialista ha hecho hasta ahora. Partiendo de la base de que la política con mayúsculas es la tarea de llevar a España hacia adelante, negó que pueda ejecutarla un "taumaturgo" o un "visionario metido a redentor" sino sólo el "afán colectivo". Rajoy prometió "reunir" y no enfrentar, "avanzar" en lugar de retrasar y "resolver" problemas en vez de crearlos. "Ese es mi camino y ése es mi mensaje", dijo.

Sus últimas palabras fueron para las víctimas de los atentados terroristas porque representan "la agresión a la nación española, que ha sido y sigue siendo el objetivo de los asesinos". Empeñó su palabra en no dejar de atenderlas nunca para que nadie pueda pensar algún día que perdieron la vida en vano. Fue el momento en que más gente se puso de pie y fue más aplaudido.