Si en la clausura del 14º congreso del Partido Popular de Madrid no se firmó la paz entre las dos alas del partido, al menos, lo pareció: Mariano Rajoy y Alberto Ruiz-Gallardón se deshicieron en elogios hacia la recién reelegida presidenta de los conservadores madrileños, Esperanza Aguirre. Ambos hicieron hincapié en los éxitos electorales que lleva a sus espaldas y, de paso, fueron sentando las bases de esa paz interna que tanto se anhela en la dirección popular con la pérdida de dos elecciones generales consecutivas.

La respuesta que ofreció Aguirre desde el atril --"Mariano, vamos a trabajar sin descanso para ganar las próximas generales", fue una de las primeras frases de su discurso-- evidenció que esa paz es factible. Por el momento. Eso sí: Aguirre aprovechó que tenía delante a la cúpula del PP para exigir sin disimulos que su partido se mantenga firme en la defensa de la libertad y de España. Además, abogó por dar la batalla ante la opinión pública en un momento "especialmente difícil en lo económico, lo político y lo moral".

RAJOY Y LA CRISIS A esto, el presidente de los conservadores contestó que su decisión es centrar el discurso de oposición en la crisis de la economía. También se mostró dispuesto a abordar debates "de vida y de futuro, y no del pasado y la muerte", el clara alusión a la decisión del juez Baltasar Garzón de promover la identificación de desaparecidos en la guerra civil y los proyectos que conciernen a la ley del aborto y al suicidio asistido.

A su juicio, lo que de verdad convendría al país es que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, atendiera a las propuestas económicas de los populares, alegando que "la soberbia y la inacción no conducen a nada".

ESFUERZO EXTRAORDINARIO Antes de terminar, Rajoy aún tuvo tiempo para demandar un esfuerzo extraordinario a los populares madrileños --algunos abandonaron el auditorio cuando comenzó su intervención--, ya que les toca, según dijo, reunir más apoyos para el Partido Popular. "Os pido como presidente nacional que no nos quedemos acomodados en el regocijo", apuntó. Y para lograr esa objetivo se necesita, según especificó, "humildad". Y se cerró un congreso conservador que, contra todo pronóstico, dedicó su mayor ovación al menor de sus protagonistas, el líder de nuevas generaciones en Madrid, Pablo Casado, que encendió a los presentes con su aseveración: "Los jóvenes idolatramos a mártires como Miguel Angel Blanco, no a asesinos como el Che".