Hace dos años, el aún secretario general del PP, Angel Acebes, se encerraba en su despacho de la madrileña calle Génova con María Dolores de Cospedal. Quería convencer a su excolaboradora en Interior de que aceptase el reto de dirigir el PP de Castilla-La Mancha, desunido y descreído de sus posibilidades electorales. Acebes lo logró, y contó con la complicidad de Esperanza Aguirre, amiga y entonces jefa de Cospedal en la Comunidad de Madrid. Lo que no sospechaba Acebes era que aquella mujer terminaría ocupando su silla. Tampoco Aguirre. Pero a ambos ha gustado la decisión de Mariano Rajoy de elegir a Cospedal como número dos. A ambos, a los sectores que representan y, por su moderación, también al nuevo PP. ¿Ha logrado Rajoy cuadrar el círculo en plena crisis interna? El tiempo lo dirá. Por ahora, ha conseguido que el ala dura del partido alabe a Cospedal y que, al tiempo, jóvenes dirigentes como Soraya Sáenz de Santamaría juzguen afín a "esa mujer dinámica y moderna".

EFECTO INMEDIATO A todas luces, el nuevo equipo de Rajoy está pensado para pacificar un partido dividido tras el último revés en las urnas. Porque la elección de esa "mujer moderna" como secretaria general, y también la de Ana Mato, Esteban González Pons y Javier Arenas como vicesecretarios generales, ha tenido un efecto inmediato: la presidenta de Madrid, una de las más críticas con Rajoy, ha anunciado que lo respaldará para que sea reelegido, ya que le "gusta mucho" su nueva dirección. O sea: que Rajoy ha aceptado la exigencia de Aguirre de que desvelase su equipo antes del congreso, y ella le ha correspondido avanzando el sentido de su voto. La cuestión no es baladí, dado que decenas de compromisarios madrileños esperaban una señal de su presidenta para decidir entre el al único candidato o el voto en blanco.

Con este intercambio de gestos se relaja el ambiente en el que ha de transcurrir uno de los cónclaves más azarosos que han celebrado los populares. De hecho, ayer todo fueron alabanzas para los escogidos por Rajoy para ser sus escuderos en tiempos difíciles: por una vez, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, coincidía con Aguirre en que el nombramiento de Cospedal y sus tres vicesecretarios constituye a una "magnífica elección" de su jefe de filas.

¿Y no se siente decepcionado el alcalde por haberse quedado, una vez más, fuera del núcleo duro? El asegura que no, ya que considera imposible aceptar ningún cargo en el PP que le distraiga de su "objetivo prioritario": lograr que Madrid acoja los Juegos Olímpicos del 2016.

Es cierto que Gallardón, como Arenas, había hecho declaraciones descartándose como posible secretario general, alegando incompatibilidad con la alcaldía, en el caso del madrileño, y con la presidencia del PP andaluz, en el caso del gaditano. Lo que ha quedado en evidencia es que Cospedal no comparte el criterio de sus compañeros, ya que ha aceptado ser la número dos del partido y, a la vez, seguir al frente del PP de Castilla-La Mancha.

EL PODER TERRITORIAL En cualquier caso, Arenas sí ha transigido con compaginar el liderazgo andaluz con la vicesecretaría territorial, lo que significa que se encargará de coordinar a todos los barones e intentar evitar nuevas disensiones. Aunque son conocidas sus discrepancias con Aguirre y su cercanía a otros presidentes, como Francisco Camps.

Asimismo, el andaluz y valedor de Rajoy tendrá como jefa directa a Cospedal, una antigua colaboradora suya y, como colega del renovado organigrama, a otra mujer de su confianza, Ana Mato, que fue su responsable de organización cuando él era secretario general en la era Aznar .

Rajoy ha buscado la fórmula para reconocer, por tanto, el espaldarazo de Arenas y, por ende, de la organización andaluza (la mayor en número de compromisarios) en tiempos de tormenta. Ha hecho lo propio con el valenciano Camps, al designar como vicesecretario de comunicación al que antaño fue su mano derecha, González Pons.

La receta que con tanto secretismo ha sintetizado Rajoy se completa con la reconocida discreción de Mato.