"Estoy emocionado. Han sido muchas horas en esta tierra". Miguel Angel Moratinos es poco dado a exteriorizar sus sentimientos, pero ayer apenas podía contener las emociones que se agolpaban en su interior.

El ministro de Asuntos Exteriores terminaba su primera visita oficial a Israel y Palestina, territorio martirizado por décadas de odio y violencia, al que dedicó siete años de su vida como enviado especial de la UE. Y cerraba la gira en Belén, donde hace dos años y medio vivió uno de los momentos más difíciles en su largo historial de mediador: la toma de la iglesia de la Natividad por combatientes palestinos que huían de las fuerzas israelís.

"Fueron noches blancas, y no porque era invierno", recordó durante un almuerzo con representantes de la comunidad franciscana, con el alcalde de la localidad y con el ministro de Turismo palestino.

Amantes de la paz

El jefe de la diplomacia española quiso reafirmar desde Belén su llamada a la paz y lanzar a la vez un mensaje a la sociedad y el Gobierno israelís: que se desprendan del estereotipo del palestino terrorista. "He caminado por la ciudad, bajo un sol espléndido, y la gente que nos hemos encontrado no tiene cara de terrorista. Unos reparten pan, otros son niños con mochilas, son gente que quiere, como cualquier otra, vivir en paz", aseguró.

Moratinos negó que fuesen terroristas los combatientes que tomaron la Natividad, acorralados por el Ejército israelí entre el 2 de abril y el 10 de mayo del 2002. "Nadie quería recibir a unos, entre comillas, terroristas", dijo, al recordar las dificultades que tuvo para obtener el beneplácito de Israel y evacuar a los sitiados hacia países europeos. No abundó más, pero avisó: "Algún día escribiré mis memorias".

Católico practicante, Moratinos visitó la Natividad de la mano de un guía excepcional: el vicecustodio de Tierra Santa, padre Artemio, un palentino con más de 30 años en Belén. Juntos contemplaron el sitio donde la tradición dice que nació Jesús, marcado con una estrella dorada en el suelo, y los impactos de las balas israelís del asedio del 2002. "Para lograr la paz habrá que vencer muchos siglos de odio", dijo el franciscano. Al término del almuerzo, el padre Artemio impuso al ministro la Cruz del Peregrino, con la que los franciscanos honran, dijo, a "la gente que colabora con la Tierra Santa".

Moratinos hizo un encendido elogio de la "diplomacia religiosa" española y proclamó que la comunidad franciscana es su "principal baluarte".

Camino de El Cairo

El ministro también visitó un antiguo convento armenio, rehabilitado con cooperación española para albergar un centro cultural. Un sacerdote ortodoxo agradeció la ayuda española, pero le recalcó, sin sutilezas, que la actividad futura generará gastos. "Con buena voluntad, todo se consigue", escapó diplomáticamente el ministro español de Exteriores, que hoy se reunirá con el presidente egipcio, Hosni Mubarak, en El Cairo.