El rey Juan Carlos medió ayer ante Mohamed VI para que las denuncias de las autoridades marroquís sobre supuestos abusos de la policía y la Guardia Civil en la frontera de Melilla no enturbien todavía más las relaciones bilaterales. España y Marruecos no pasan por su mejor momento diplomático tras la huelga de hambre de la activista saharaui Aminetu Haidar y el hecho de que, desde enero, no haya embajador de Marruecos en España. Los dos monarcas, según informó la agencia oficial del país magrebí, acordaron mantener "un próximo encuentro informal", aunque fuentes de la Casa del Rey apuntaron que no se celebrará "de manera inmediata".

Fuentes de la Zarzuela dieron a conocer la llamada y explicaron que el Rey telefoneó al monarca alauí desde el palacio de Marivent a primera hora de la tarde. La intervención de Juan Carlos se produjo solo 24 horas después de que el jefe del Estado y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, abordaran en una reunión las numerosas quejas que Rabat ha manifestado en el último mes por los presuntos abusos de las fuerzas de seguridad en la frontera de Melilla y también en las costas cercanas a Ceuta.

EVITAR MALENTENDIDOS Ambos acordaron que el Monarca debía utilizar su buena relación con la casa real alauí para tratar de rebajar la tensión diplomática. Fuentes de la Casa del Rey aseguraron que Juan Carlos y Mohamed VI manifestaron su deseo de evitar que "malentendidos o pequeños problemas" puedan perturbar "el excelente clima" por el que atraviesa la relación.

Esa supuesta excelente relación ha pasado por momentos muy convulsos en los últimos tres años, entre ellos la polémica visita de los Reyes a Ceuta y Melilla (noviembre del 2007). De hecho, los dos monarcas no se han visto desde hace más de cuatro años (julio del 2006), cuando, en una visita de cortesía, los Reyes viajaron a Casablanca para celebrar un almuerzo privado.

Ahora, la campaña de denuncias de las autoridades marroquís dura más de un mes. Rabat ha emitido desde el 16 de julio cinco quejas oficiales: cuatro por supuestas agresiones "racistas" por parte de la Policía Nacional a marroquís en la frontera de Melilla y una por el presunto abandono en las costas de ese país cercanas a Ceuta de ocho inmigrantes subsaharianos.

El Gobierno español ha evitado las reacciones a esos comunicados y ha dejado las explicaciones a la Delegación del Gobierno en Melilla y al Ministerio de Exteriores, los encargados de documentar que esas quejas y denuncias no eran ciertas. Ayer, el PP solicitó que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, comparezca en el Congreso.

Durante estas semanas, las autoridades marroquís han considerado que sus denuncias requerían de una contestación a un nivel más alto. Pero Zapatero no habló del asunto hasta el pasado martes, cuando se le preguntó en una rueda de prensa. Entonces defendió la actuación de la policía y de la Guardia Civil y se mostró partidario de ofrecer toda la información necesaria para deshacer el entuerto.

Fuentes diplomáticas se mostraron seguras de que estas denuncias esconden alguna otra razón. Históricamente, Marruecos ha aprovechado los enfrentamientos para esconder problemas internos o para presionar para que el Gobierno actuara de determinada manera en los foros internacionales.

Una muestra de que Rabat lleva meses tensando la cuerda es que, pese a haber elegido al nuevo embajador, Ahmed Ould Souilem, un luchador de la causa saharaui hasta hace poco más de un año, cuando se convirtió en marroquí, este aún no ha ocupado su puesto.