todas las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente" . Juan Carlos añadió que cualquier medida militar que, en su caso, hubiera de tomarse debía contar con la aprobación de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Y en una exhibición de su compromiso con "la permanencia y la unidad de la patria", proclamó que no iba a tolerar la "interrupción por la fuerza del proceso democrático que la Constitución de 1978 había determinado".

Satisfacción

Su actitud no solo tranquilizó a los ciudadanos sino a los gobiernos democráticos del mundo entero. Días después de la intentona golpista, el Rey mostró su satisfacción a los líderes políticos porque no había "perdido la calma". Asimismo, les invitó a mantener la misma serenidad y prudencia que él había mostrado y les felicitó por haber superado una situación llena de inquietudes y peligros. La reacción del Rey ante la asonada avivó la llama del juancarlismo. Dibujó definitivamente el perfil del Rey como salvador de la democracia. El 28 de octubre de 1982 llegó la primera victoria socialista que daría paso a trece años de gobiernos de Felipe González. Había pasado solo un año y nueve meses del frustrado golpe de estado y Juan Carlos tuvo que recordar, ante la inminente formación del nuevo Gobierno, que los Ejércitos y las Fuerzas de Seguridad constituían el "guardián firme y honrado delPasa a la página siguiente