Todo el mundo pendiente del estriptís verbal del "superinocente" Rafá Zuhier, y lo más revelador de la jornada fue la cara de Rachid Aglif, el Conejo. Después de haberse reído a carcajadas cuando Zuhier refería sus amaneceres discotequeros "encocado, empastillado y borracho", palideció cuando su colega le implicó de lleno en el ajo del terror. El exconfidente de la Guardia Civil situó a el Conejo sentado junto a el Chino y Trashorras en el McDonald´s donde se negoció la compra de explosivos --y no apartado, como él declaró--, y muy cerca de Zuhier --y no en la ducha-- cuando estalló el detonador que "le afectó la cara".

Por la tarde, cuando empezó a declarar Trashorras para contrarrestar con su lacónico verbo asturiano el chisporroteante show de Zuhier, Conejo escondió directamente el rostro en la madriguera que se fabricó con las manos. No podía creer que del duelo en la cumbre fuera él quien saliera escaldado. "Puede que fuera el Conejo quien primero me preguntara en el McDonald´s por los explosivos", soltó Trashorras, casi con pena. Pobre Conejo, con lo bien que le quedó la declaración, y sus lágrimas, y esa estudiadísima estrategia de chori bueno.

Lo más sorprendente fue la capacidad de el Conejo para volver a reírse con las charlotadas de Zuhier minutos después de que este le metiera el marrón del siglo. Fue difícil contenerse, hasta para la propia acusación, porque era como tener al Neng de Casablanca en el sillón del declarante. No porque Zuhier hiciera gracia, sino por su acrobático patinaje neuronal. Ahí van algunas perlas. Sobre las novias-escudo: "Después del 11-M, me sentaba con muchas chicas a mi lado. Pensé: ´Si me matan a mí, tendrán que matar a todo el mundo´".

Gallito en el banquillo

Sobre su declaración: "No me aprieten. Ni cuatro fiscales podréis conmigo". Sobre sus contactos: "Trabajaba de portero de discoteca y me llamaba medio Marruecos para entrar gratis". Sobre su no valorada heroicidad: "Todo el mundo sabía que traficaban con explosivos y yo fui el único gilipollas que informó". Sobre la reunión en el McDonald´s para tratar la compra de explosivos: "Fue tan tonta que ni me acuerdo de con quién estaba". Sobre el extremismo de el Chino: "Soy más de discotecas que de mezquita. Y no es que no me gustara el Chino por radical, sino por capullo". Sobre Trashorras: "Carmen Toro me invitó a su boda, pero no fui y le dije que no se casara con ese tonto".

Y después de su inabarcable discurso de after hour, lo único que dejó claro fue lo que más veces repitió: "Soy un delincuente, no soy un santo, pero avisé para evitar la matanza". Hasta la fiscala Olga Sánchez se acercó a las víctimas en busca de comprensión: "¿Os habéis dado cuenta de lo que hemos tenido que sufrir con este individuo? Tenemos mil folios de declaraciones suyas. Y eso que hoy ha estado comedido".

El presidente del tribunal también tuvo que torear con toga y birrete con el manso que le salió de toriles dando cabezazos y alguna cornada. "Usted debe conocer bien la cárcel", le dijo Zuhier al abogado Gonzalo Boyé, representante de una familia de afectados, condenado de joven a ocho años por su implicación en el secuestro de Emiliano Revilla a manos de ETA. Sus preguntas fueron de las más inteligentes. Zuhier no le respondió. "Cállese por las buenas o por las malas. Tiene la manía de interrumpir", resopló Javier Gómez Bermúdez.

Trashorras también acabó definiéndose: "Soy votante del PP y apoyé la guerra de Irak. En una reunión con el Chino, mi mujer le dijo que el rey de Marruecos era maricón y se mofó de Perejil; eso les decimos a todos los moritos".