La sesión de control al Gobierno de ayer en el Congreso se acercó peligrosamente a los momentos más intensos de la crispación y la bronca de anteriores legislaturas. El PP y el Ejecutivo se enzarzaron en una escalada de descalificaciones a cuenta de asuntos tan esenciales como la lucha antiterrorista, el secuestro del Alakrana , la corrupción o las escuchas telefónicas mediante el sistema denominado Sitel.

Este dispositivo informático, para el que el PP pide más garantías de seguridad en su uso, fue solo la excusa para que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el diputado del PP, Carlos Floriano, certificaran la crisis absoluta de confianza entre el Gobierno y el principal partido de la oposición en ámbitos de alta sensibilidad, como el de la seguridad del Estado. No solo se acusaron de mentirosos, sino que Rubalcaba recomendó a sus compañeros del Grupo Socialista que, a partir de ahora, no se reúnan con Floriano o con el portavoz del PP, Esteban González Pons, si no es en presencia de un notario. González Pons replicó pidiendo a todos los ciudadanos que se vayan a citar con el ministro que no lo hagan si no van acompañados de "un abogado defensor".

Estos reproches responden a las dos versiones sobre el agrio enfrentamiento que Rubalcaba y Floriano mantuvieron la semana pasada en los pasillos del Congreso. Según el PP, el ministro amenazó al diputado diciéndole: "Veo todo lo que haces y escucho todo lo que dices". Una prueba más, según los populares, del supuesto uso torticero por parte del Gobierno del sistema de escuchas Sitel.

Floriano insistió en describir al ministro como alguien que "no es de fiar". Rubalcaba interpretó toda la bronca como un intento del partido de Rajoy de poner en cuestión el Sitel para anular el caso Gürtel .