Lo que el PP entiende por renovar ideas es reafirmar que los discursos de siempre son las recetas más válidas para el futuro. La promesa de renovación de Mariano Rajoy se vio ayer frustrada, oídos los discursos de su secretario general y de los tres portavoces parlamentarios. Tanto Angel Acebes como Eduardo Zaplana, Pío García Escudero y Jaime Mayor Oreja insistieron en que mirar hacia adelante no implica renunciar al pasado. Por eso, aseguraron que hay que poner coto al proceso autonómico, cargaron contra los nacionalismos y reclamaron saber la autoría del 11-M.

La llamada a la moderación que el viernes lanzó el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, parece que no fue escuchada. Sólo Ignacio Astarloa se mostró algo contemporizador, al asegurar que el PP tiene "la mano tendida" a José Luis Rodríguez Zapatero para "juntos acabar con el terrorismo". El resto de intervinientes en la segunda jornada de la convención popular demostraron que el objetivo era presentar a Zapatero como el origen de todos los males y negar la tesis de que Aznar es un lastre para el PP.

EL PP NO SE AUTOEXCLUYE Acebes fue claro. Dijo que nadie espere del PP una oposición "dócil y sumisa" porque sería "un mal negocio", y prometió que los conservadores serán "cada vez más fieles" a sus valores "centristas y moderados". En su opinión, la misión del PP es "corregir la deriva" en la que Zapatero ha embarcado a España y denunciar que los que miran al pasado "por el retrovisor" son los socialistas. Se recordó, así, que el presidente se define como "rojo" y que a veces ha hecho alusiones al fusilamiento de su abuelo en la guerra civil. Si hace eso, dijo Acebes, es porque tiene "prejuicios ideológicos" y porque quiere "gobernar contra el PP".

Zaplana fue más allá. Además de exigir que se aclare el atentado del 11-M, del que denunció que "se sigue ignorando quiénes fueron sus autores y menos aún quién estuvo detrás", el portavoz en el Congreso se negó a que los nacionalistas "radicales" decidan si los populares son o no demócratas y centristas.

Zaplana pidió no "bajar el listón" ni hacer cambios en su sistema de oposición, porque el PP es el "único impedimento" frente a la "estrategia suicida" de Zapatero. Es decir, que los españoles, sin el PP, deberían resignarse a ser "perseguidos y discriminados" por usar el castellano y renunciar a la derrota de ETA.

Aunque Zaplana dijo que el legado de Aznar es el "principal activo" para volver a ganar las elecciones, no olvidó reconocer expresamente el liderazgo de Rajoy, como hizo también Acebes en su alocución posterior.