La presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, recuperó ayer la sonrisa de oreja a oreja tras comprobar que sus ímprobos esfuerzos para sacar la sentencia del Estatuto de Cataluña habían fructificado. Desde el pasado mes de mayo, Casas ha trabajado denodadamente en redactar este fallo y en seducir al juez progresista Manuel Aragón para lograr la mayoría necesaria que alumbrara la sentencia de la Carta catalana.

La presidenta del alto tribunal asumió la ponencia del Estatut después de que su amiga Elisa Pérez Vera presentara cinco borradores que fueron tumbados por la fuga de Aragón al bloque conservador. Después, dio una oportunidad a los magistrados conservadores, pero su texto no llegó a ser votado, ya que el único que lo apoyaba fue su redactor, el vicepresidente, Guillermo Jiménez.

La estrategia

Casas cogió entonces el toro por los cuernos y recuperó el texto derrotado de Pérez Vera. Le dio unas vueltas y se dedicó sobre todo a seducir a Aragón. Sin su apoyo, toda su estrategia se vendría abajo, ya que el apoyo de este juez le permitiría usar su voto de calidad (vale doble) en caso de empate o incluso --como finalmente ocurrió-- arrastrar el del conservador Jiménez. Con estos apoyos y los de los tres magistrados progresistas que siempre han estado en su bando, Pascual Sala, Eugenio Gay y Elisa Pérez Vera, podía cumplir con su compromiso de sacar la sentencia antes del mes de julio.

Por ello, la presidenta del Tribunal Constitucional optó por la única salida posible: someter su ponencia a votación por bloques. Casas era consciente de que Aragón no daría su brazo a torcer sobre la inclusión, sin ninguna corrección, del término nación en el preámbulo de la Carta catalana. Y en vez de quemarse para ganar esta partida, prefirió centrar sus esfuerzos en el resto de la sentencia. Incluso ha recogido, hasta en ocho ocasiones, la referencia a la indisolubilidad de España. Además, al dar por perdida la votación del preámbulo, dejaba sin argumentos a Aragón.

Casas dividió su texto en cuatro bloques: el preámbulo, los artículos declarados inconstitucionales, los reinterpretados y los declarados constitucionales. La presidenta trabajó hasta el último minuto en su texto y, a pesar de que había convocado a sus colegas a las 10.30 de la mañana, les hizo esperar media hora para comunicarles, en tan solo cinco minutos, que iba a realizar unas correcciones a su ponencia. Se encerró en su despachó y matizó las reinterpretaciones de 23 artículos y dos disposiciones. Al filo de las dos y media de la tarde repartió el nuevo texto y citó a los jueces a las cinco de la tarde.

Voto de calidad

A esa hora, los nervios le comían, al temer que los conservadores boicotearan su estrategia al forzar un empate que la obligara a usar su voto de calidad en la votación del bloque del preámbulo y, por tanto, a que desapareciera del fallo esta exclusión del término nación. En este caso, Aragón se habría echado atrás.

Aragón abrió las votaciones en las cuatro rondas, al ser el magistrado más joven. La primera votación cumplió los pronósticos. Aragón y los conservadores Guillermo Jiménez, Javier Delgado, Ramón Rodríguez Arribas, Vicente Conde y Jorge Rodríguez Zapata aprobaron que "carece de eficacia jurídica interpretativa" la referencia a Cataluña como nación y a la realidad nacional que constan en el preámbulo.

Los conservadores Rodríguez Zapata y Delgado se negaron a apoyar la declaración de inconstitucionalidad de 14 artí- culos que logró el apoyo de los otros ocho jueces. El resto de las votaciones lograron seis votos a favor y cuatro en contra. El bloque conservador anunció votos particulares para explicar su posición anticatalanista.

Al filo de las 19.00 horas, los jueces abandonaron el salón de plenos. Así, cerraban cuatro años de tensiones, deslealtades y sinsabores. Ahora, les toca aguantar el chaparrón de los políticos catalanes, pero los ganadores están satisfechos. "No es una sentencia complaciente, pero permitirá el despliegue de la Carta catalana", dicen.