Solo faltó el balón. La discusión de sendas iniciativas de CiU y ERC sobre las selecciones autonómicas demostró ayer en el Congreso de los Diputados hasta qué punto puede el deporte convertirse en política... y la política en deporte. Durante el debate afloraron una vez más las viejas tensiones territoriales, que el PP lleva exacerbando desde hace unos días con la polémica de las banderas, y salieron a relucir como en cualquier estadio que se respete camisetas de todos los colores, en este caso españolas, catalanas, vascas y gallegas. Al final, la selección española --véase PSOE y PP, con el refuerzo de Coalición Canaria-- derrotó por goleada al combinado integrado por las demás fuerzas. La proposición de ley de ERC cayó por 33 votos contra 269. La de CiU, por 32 contra 270. Una vez más, la reforma de la ley del deporte tendrá que esperar.

Abrió el juego el republicano Joan Puig, exponiendo su iniciativa: que los deportistas puedan negarse a jugar en la selección española invocando cualquier motivo, incluso el ideológico. Puig confesó hallarse entre los "miles" de catalanes, vascos y gallegos que "no disfrutan de los triunfos de la selección española". Más que atacar al PP --cuya postura se daba por descontada--, el republicano dirigió sus puntapiés al Gobierno y al PSOE. Les acusó de "juego sucio" y "malas artes" por frenar una reivindicación que los socialistas apoyaron en junio del 2004 cuando se debatió una moción parecida.

A su juicio, la actitud del Ejecutivo tiene una explicación: el "miedo a perder". "Tiene miedo a que suceda lo que pasó en fútbol sala cuando Cataluña ganó a España", dijo. Puig invitó a los diputados a imaginar un mundo feliz en el que los españoles pudieran ver un enfrentamiento de "Gasol y Rudy Fernández contra Garbajosa". "¿Se lo imaginan?", dijo.

Josep Maldonado, de CiU, que defendió el derecho de las federaciones autonómicas a integrarse en las asociaciones internacionales, salió en tromba contra los socialistas. "No nos dejan jugar ni cuando vamos de pícnic", se quejó en alusión al prohibido Cataluña-EEUU de fútbol. Su intervención fue cada vez a más hasta alcanzar el clímax. "Hay muchos niños y niñas catalanes que tienen colgada en alguna pared de su habitación una camiseta de la selección nacional como esta, y muchas noches sueñan con que un día no muy lejano se la podrán poner y competir", dijo, y exhibió una camiseta de la selección catalana.

DESAFIO En una actuación discreta, el socialista Agustín Jiménez defendió el "juego limpio" del Gobierno. Más contundente, Francisco Antonio González, del PP, retó a los portavoces catalanes a que pidan a Joan Laporta que renuncie a que su equipo participe en la liga española y tenga "liga propia catalana". González dijo sentir "orgullo" por una camiseta "que representa a todos", y la exhibió: la española, por supuesto. Se escucharon varios noes. Un diputado vasco y una gallega respondieron aireando camisetas de sus respectivas comunidades. Al final, victoria españolista y pose de los perdedores en las escalinatas del Congreso con sus camisetas nacionales, o autonómicas, según los gustos.