¡Y dicen que el Senado es una cámara muerta! Ayer los senadores demostraron estar bien vivos. Y eso que apenas habían dado las nueve y media de la mañana. Al menos sus señorías del PP deben desayunar como Dios manda, porque sus gargantas convirtieron la sesión de control al Gobierno en un "gallinero", como lo definió el senador de la Entesa Carles Bonet.

Responden a cada estímulo con sincronización suiza. Que Zapatero dice "este país", le gritan "¡España!". Que alaba la "democracia", desencadena tales aspavientos que hasta el presidente se extrañó. También saben reaccionar en positivo. Si Pío García Escudero retuerce sus argumentos hasta darle a Zapatero la "bienvenida al fundamentalismo", por asumir que España es una nación, dejan la piel en el aplauso.

A Javier Rojo, el benevolente presidente del Senado, no le quedó otra solución que interrumpir la sesión para afirmar: "Si se pregunta al presidente, será porque tiene algo que decir". Pero los populares subieron el tono hasta mandar callar al presidente. Sólo hubo un rato en el que el auditorio se mostró tranquilo. O perplejo. Fue cuando el senador de CiU Pere Macias, para preguntar sobre el Estatuto, habló largo y tendido de la disminución de altura del Everest. Eso sí que es nivel.