Se diría que la calle de Iturribide, de Bilbao, no es un buen lugar para esconderse. Es escenario habitual de registros policiales en busca de miembros de ETA. Y, durante los fines de semana, las broncas propiciadas por bebedores nocturnos en esta senda de los elefantes --así se la conoce por las enormes trompas que en ella cogen algunos-- reclaman la presencia de los agentes con relativa frecuencia. Aun así, el jefe del comando Vizcaya , Arkaitz Goikoetxea, su compañera, Maider Zuazo, y Ana Belén Prieto tenían en la calle de Iturribide su refugio.

Quizá pensaron que no llamarían la atención en un barrio antiguo en el que cada vez se instalan más jóvenes. Por eso los etarras dormían plácidamente cuando, de madrugada, miembros de la Guardia Civil arrancaron la puerta sin darles tiempo siquiera a salir de la cama.

Punto caliente

"¿Detenidos?. No he oído nada, pero en esta zona se mueven mucho los de la kale borroka". Adela es una vecina de los primeros números de Iturribide. Se trata de un punto caliente donde son frecuentes las algaradas, donde en días de bronca los encapuchados montan barricadas. Pero Adela no escuchó ni siquiera una sirena esa noche. Porque el despliegue de madrugada, cuando se inició la operación, fue sigiloso. Casi una decena de vehículos, numerosos agentes y perros se deplegaron en torno al número 68 y allí permanecieron durante casi nueve horas. Nadie, ni un solo vecino de la zona, reconoció haber visto al juez Baltasar Garzón. Fueron las cámaras de televisión las que dieron testimonio de su llegada.

Según avanzaba la mañana se acercaron hasta un punto del cordón policial familiares de los detenidos. Se apreciaban los nervios. Algunas mujeres lloraban. No querían saber nada de la prensa ni dejarse sacar fotos. Algunos vecinos protestaron por la dificultad de paso y las alumnas de la academia de peluquería Fernando, situada en el mismo número 68, lograron acceder al centro acompañadas por los agentes encargados de custodiar la zona.

Vítores y consignas

Como sucede a menudo ante cada operación de estas características contra la banda terrorista, un grupo de jóvenes esperaba inquieto la salida de los detenidos. Pero cada vez son menos. No llegaban al medio centenar. Corearon vítores y consignas cuando, cerca ya del mediodía, Goikoetxea, Zuazo y Prieto salieron custodiados.

"Ya pueden gritar, pero a esos se les ha terminado la libertad. ¡Qué pena de juventud!", comentó un jubilado. Se llama Joaquín y dice que está "completamente seguro" de que ETA no tiene futuro.