Tiempo de descuento; o de prórroga, que dicen otros, mientras que todavía hay unos terceros que prefieren definir la actual situación ¿poselectoral? gallega como la que antecede a una tanda de penaltis. ¿Lo es? ¿Lo son? Sí, lo es y sí lo son. Cada voto será un lanzamiento de castigo. Y un vuelco al corazón.

La ley electoral, consensuada entre los dos grandes partidos de ámbito estatal, implica y autoriza expresamente esta tanda de penaltis entre el PP y el PSG. Y lo que es peor: superada la situación actual, a partir del próximo 28-J, suceda lo que suceda, pierdan unos o ganen otros, la olla a presión se convertirá en una jaula de grillos.

La ley electoral vigente lo consiente casi todo. En un principio, la realidad de esta ley servía para zaherir al PP; ya saben, que si el caciquismo y el clientelismo y que si votaban los difuntos; más tarde, empezaron a votar también los difuntos de izquierdas; ahora, cuando hasta los nietos de los emigrantes que nunca han pisado el país de sus abuelos pueden votar en sus procesos electorales, incluso los del BNG viajan allende los mares para pescar votos en las procelosas aguas electorales que la ley vigente no ayuda a aclarar. Nadie puede cuestionar nada. Así lo han querido todos. La Santa Compaña electoral incluye ya a votantes de todos los ámbitos ideológicos y políticos. Y todos callados. Todos expectantes.

Ahora hay igualdad de oportunidades. La ley la han consensuado y aceptado todos. Suceda lo que suceda nadie podrá protestar nada. En Madrid han gobernado PP y PSOE y no se les ha ocurrido eliminar ni una coma. En Galicia lo mismo. Las sacas de correos pueden permanecer, durante días, en una estafeta postal de cualquier país suramericano expuestas a las consecuencias que puedan depender y derivarse de los bajos sueldos de los funcionarios estatales y de ese invento que por allí se denomina la mordida. Si pueden votar los difuntos, y pueden, qué no podrán votar y hacer los vivos. Cualquier ciudadano que figure censado y acuda con las acreditaciones pertinentes de otros figurantes en el censo electoral de la emigración, que formen parte de su círculo familiar o laboral, amical o político, incluidas las de los difuntos que aún no hayan desaparecido de tal censo, puede votar, tantas veces como quiera. Eso como mínimo. Suceda lo que suceda, nadie podrá cuestionar nada. La aceptación previa de la regla de juego se lo impedirá a todos. Todos han jugado con la misma baraja. ¿Y quien ganará? Cada quien deberá opinar por su libre cuenta y riesgo.

Si el PSOE conserva su escaño pontevedrés gobernará en coalición con los mismos que criticaron, en su momento, con dureza extrema y violenta, la incorporación de los galleguistas históricos como independientes en los escaños socialistas y que ahora, probablemente llevados de su ansia de pisar moqueta, se disponen a formar parte de un gobierno dirigido por el mismo partido de ámbito estatal que aceptó la operación de los galleguistas independientes que ellos combatieron. Si entonces aquéllos padecieron no pocas contradicciones y generaron no pocos problemas y tensiones en el seno del partido anfitrión, qué pasará ahora con estos.

Además, para colmo de males, en su versión gallega, el gobierno resultante de la coalición PSOE-BNG, no tendrá cogido al Gobierno central por donde lo tiene amarrado el Gobierno catalán. Todavía y a mayor abundamiento: en el propio seno del PSOE hay voces discrepantes, voces que suenan alto, fuerte y claro, y se oponen a gobernar con los "nacionalistas batasuneros" ¿Cuánto durará la concordia? ¿Cuánto tardarán los grillos en frotar su élitros?

Si el PP recupera el escaño que disfrutó brevemente durante el primer escrutinio electoral, gobernará en solitario; pero ¿cuánto tardará en abrirse la cuestión sucesoria? Cuiña lanzó un aviso en plena campaña. El feudo orensano de Baltar es el único que superó el 50% del electorado favorable al PP. El lugués de Cacharro lo roza. Los tres conocen sus propias fuerzas y pretenden un PP unido a Madrid y solidario con el resto de España, pero fuertemente galleguizado y galleguista, capaz de ocupar espacios electorales, ocupados por el BNG y también por el PSOE, que les ayuden a evitar situaciones como la actual. Se avecinan tiempos interesantes. No se sabe si Madrid piensa lo mismo.

¿Qué sucederá? No se sabe. Pero a las tres Américas y a Europa, a Australia y la verdad es que a no más allá de ella, han viajado representantes de las tres fuerzas políticas. Desde el conselleiro de Emigración, hasta un embajador volante, se ignora si también plenipotenciario, aunque se suponga, un embajador de reciente invención madrileña y nación gallega, encargado de este tipo de cuestiones. Todos se han esforzado y el lunes se empezará a saber el resultado de la tanda de castigo. Habitualmente la emigración es conservadora, pero la originaria de la provincia pontevedresa se ha mantenido más fiel al PSOE que al PP. Dicho esto puede pasar cualquier cosa. Sin embargo, pase lo que pase, no será porque los gallegos sean así, sino porque así es la democracia y así es la ley electoral que la nuestra ha engendrado y que alguna vez habrá que reformar; algo que se les olvida a todos los partidos una vez que se ven instalados en el poder.