--La negociación de adhesión de España fue muy laboriosa. ¿Sabe que, desde entonces, usted representa para los españoles la oposición de Francia a su entrada en el Mercado Común de entonces?--Sí, lo sé, pero no es cierto. Es una falsificación de la historia que espero que su periódico corrija. En cambio, sí fui el único jefe de Estado europeo presente en la entronización del rey Juan Carlos. El único. Y cuando se votó la adhesión española en el Parlamento francés, con una mayoría de centroderecha, sólo dos lo hicimos a favor: Raymond Barre y yo. Lo que ocurre es que algunos intentaron explicar las dificultades de la negociación culpándome a mí. Pero esto es una deformación de la realidad. Yo siempre estuve a favor de la entrada de España. Simplemente pensaba que es en ese momento, al pasar de seis a 12, cuando hubiéramos debido iniciar la adaptación de las instituciones, pero no se hizo.

--¿Piensa que el papel de motor que siempre ha jugado la pareja franco-alemana sigue vigente y es necesario?--En primer lugar, hay que destacar el extraordinario acercamiento que ha habido entre los pueblos alemán y francés. Cuando yo era niño, todo el sistema estaba centrado en la preparación de la guerra contra Alemania. La primera vez que vi tierra alemana fue disparando contra ellos al final de la segunda guerra mundial. Y, desde entonces, en 50 años, ha habido un verdadero acercamiento. Es decir, que no es sólo una cuestión de dirigentes. Durante un tiempo el motor franco- alemán ha representado el 70% del sistema comunitario.

--Pero la situación no es la misma, ni los dirigentes.--Es cierto que desde entonces, y con la ampliación a 25 miembros, la carrocería se ha hecho más pesada y el motor se ha debilitado. Pero es necesario que la pareja se mantenga y haga propuestas en asociación con otros. Me alegro de que en las últimas reuniones, por ejemplo, también estén los españoles y se integren uno o dos países más, los que comparten la misma visión de Europa. Porque, si no hay motor, el sistema no avanzará.

--¿En este marco, considera que las relaciones personales entre mandatarios siguen siendo muy importantes?--Efectivamente, lo son. No hay que situarlas en el plano de la afectividad porque no se trata de eso. Pero hay que dejar claro que se comparten objetivos y que se necesitan los unos a los otros para alcanzarlos. Este fue mi caso y el de mi relación con el canciller Schmidt o el del presidente Fran§ois Mitterrand con el canciller Helmut Kohl. Eramos cómplices en el sentido noble del término. Es decir, queríamos lo mismo y, si había un problema, nos llamábamos para ponernos de acuerdo. La postura contraria es la rivalidad y hay que evitarla. El término hermanos fundadores que usan los americanos es acertado. En esta fase de construcción, los dirigentes tienen que ser hermanos y comportarse como tales.

hermanos fundadores

--¿Cuál será su papel en la campaña francesa?--Unicamente de explicación. Ya he dicho que es una campaña de un tipo particular. No se trata de aprobar la acción del Ejecutivo, sino de aprobar un texto que deberá aguantar al menos durante 50 años. Hay que insistir en que no se juzga el comportamiento de unos y otros, sino que se trata de aprobar una Constitución que estoy dispuesto a explicar si me lo piden, artículo por artículo.