La conspiración ciñe sus tentáculos sobre la sucesión de José Luis Rodríguez Zapatero. Un debate de primera magnitud si no fuera porque el presidente asegura no dedicarle "ni un segundo" de su tiempo y en el PSOE se niega por activa y pasiva. Ni siquiera los dirigentes del PP parecen especialmente interesados en poner públicamente el dedo en la llaga, pese a que en las últimas semanas han empezado a circular nombres de potenciales candidatos a ser alternativa al hasta ahora incontestable líder socialista.

Diferentes razones convergen en el origen de un debate del que nadie se hace responsable, pero en el que todos participan. Una de ellas es contextual y responde al largo periodo vacacional que registra la actividad parlamentaria tras las fiestas navideñas. El Congreso no recuperará su pulso habitual hasta la segunda semana de febrero. Demasiado tiempo sin refriega política en los escaños ni confidencias en los pasillos. Y terreno abonado a la rumorología.

INCOGNITA ESTRATEGICA La presidencia española de la UE, por la que la Moncloa ha decretado poco ruido ministerial y parlamentario para dar el máximo realce a la proyección internacional de Zapatero, tampoco contribuye a alimentar el vacío informativo en clave interna. No es de extrañar, por ello, que el presidente del Gobierno se encontrase el pasado jueves en Bratislava con una pregunta directa de la prensa española sobre sus intenciones de presentarse a las elecciones del 2012. El jefe del Ejecutivo, sin embargo, no entra en el juego del debate sucesorio y en su entorno se afirma que repetirá la estrategia de su primera reelección, en el 2008, cuando esperó hasta pocos meses antes de la cita con las urnas para proclamar una candidatura de la que nadie dudaba.

¿Y dentro del PSOE? A diferencia de otras polémicas internas, es difícil encontrar ahora dirigentes que abonen en privado la existencia de un debate real sobre la sucesión. La mayoría culpa al PP de fomentar un debate ficticio que debilite al presidente frente a un Mariano Rajoy que sigue sin cristalizar como alternativa sólida. Una teoría que resultaría verosímil, si no fuera por el poco ardor con el que se emplean los populares en hincar el diente a tan apetitoso manjar.

Pero el temor a que la dureza de la crisis acabe pasando factura a la popularidad del presidente se está instalando en algunos sectores del partido, que han ido configurando una primera lista de candidatos a la sucesión que, paradójicamente, coincide con los nombres que también suenan en las quinielas para los cambios de cartera en la crisis de Gobierno que Zapatero prepara para julio, pasada la presidencia europea. Es el caso de Alfredo Pérez Rubalcaba, para el que se augura una vicepresidencia con rango político; o de las titulares de Sanidad, Trinidad Jiménez, y Defensa, Carme Chacón. Los tres son los ministros con mejor valoración en las encuestas.

Completan la lista dos nombres de procedencia tan dispar como sus perspectivas de futuro. El presidente del Congreso, José Bono, y el lendakari, Patxi López. Pero el primero está excesivamente vinculado al pasado y el segundo es una apuesta demasiado prematura a nivel estatal, según las fuentes consultadas. Con este panorama, todo parece desembocar en la conclusión que más adeptos suscita: el mejor candidato, actualmente, para suceder a José Luis Rodríguez Zapatero es el mismo José Luis Rodríguez Zapatero.