Tres horas. Fue el tiempo que Alfredo, Igotz y Aitor emplearon ayer en apear el árbol de Gernika, el roble que simboliza las libertades y derechos de los vascos y cuya muerte se dictaminó en abril, después de 146 años de vida. Tras la correspondiente autopsia y un proceso de conservación, la madera será aprovechada y para el mes de enero se prevé plantar un retoño, que estrenará historia con el lendakari que surja de las próximas autonómicas previstas para mayo.

"Había que hacerlo con mucho cuidado. El árbol es muy importante para nosotros y estamos contentos, porque el trabajo ha salido bien", resumió a mediodía Aitor Lertegi, el especialista que ha marcado las pautas para desmontar este símbolo de Euskadi.

Sin distinciones

Las instituciones vascas y las fuerzas políticas se citan junto al árbol cuando quieren dar trascendencia especial a sus actos. No hay distingos ideológicos: bajo el roble se han reunido juntos y separados nacionalistas, populares y socialistas, y los tres lendakaris que conoce la historia. José Antonio Agirre, José Antonio Ardanza y Juan José Ibarretxe han jurado los cargos bajo su sombra. Es la permanencia.

Los cerca de 13 metros que alcanzaba la copa del roble se han reducido a 40 centímetros. El tocón será extraído antes de octubre cuando toda la tierra de la explanada en la que se encuentra la Tribuna Juradera de la Casa de Juntas --allí se juraban los Fueros-- se haya removido con mimo para que las raíces salgan unidas al cuello.

"No existe otro árbol tan venerado", indicó uno de los curiosos que observaban la compleja operación, que se inició con la poda y descenso de las ramas principales. Luego, se cortó el tronco en dos tramos, de 1,6 y 1,8 metros de longitud. Finalmente, se seccionaron dos rodajas de la zona basal.

El destino

Después de ser tratadas, cada rama tendrá destino. El Museo Etnográfico Vasco de Bilbao se quedará con un tramo del tronco y en los jardines de la Casa de Juntas se levantará otro templete para alojar el vestigio del roble que sobrevivió al bombardeo de Gernika, pero que ha sucumbido ante la acción conjunta de un hongo, el Armillaria mellea, que afectó gravemente su "sistema circulatorio", y el sofocante calor del verano del 2003, que le provocó un efecto de "embolia".

Ahora empiezan los trabajos para regenerar la tierra que acogerá un retoño de seis metros, descendiente del fallecido y quién sabe si tataranieto del originario. Porque no existe certeza sobre la edad del árbol: "Desconocemos cuántos hubo antes del que murió a final de 1800. Quizá el estudio de los anillos permita saberlo", dijo un portavoz del legislativo vizcaíno.