El próximo año se cumple el 125º aniversario de la creación de uno de los personajes más famosos de la literatura infantil: Pinocho. ¿Lo recuerdan? Esa marioneta de madera a la que le crecía la nariz por decir mentiras. En el cuento original del florentino Carlo Collodi, Pinocho moría en la horca como consecuencia de sus falsedades. Sin embargo, a instancias de su editor, modificó el final de modo que el muñeco se convirtiera en un niño modelo que escarmienta y no vuelve a mentir.

A la cúpula del Gobierno de José María Aznar y, en particular, al hoy secretario general del PP, Angel Acebes, no les ha crecido la nariz por las mentiras, medias verdades y manipulaciones que esparcieron después del 11-M. Lo que creció en su momento fue la ira ciudadana, que expulsó al PP de la Moncloa en las elecciones del 14 de marzo. Tres años después, el juicio por la masacre de Madrid está poniendo el punto y final a aquella patraña cuyo único objeto era estirar la hipótesis de la autoría de la banda terrorista ETA hasta los comicios.

Obsesión evidente

Esa obsesión era evidente: la ira ciudadana contra la guerra de Irak, que Aznar copatrocinó con especial entusiasmo en la cumbre de las Azores, estaba al rojo vivo, y la confirmación de un atentado islamista solo contribuiría a enardecer aún más los ánimos de los votantes en vísperas electorales. Todo ello, por supuesto, arruinaba los planes del PP.

Ya desde su primera comparecencia de prensa, que se produjo a las 13.30 horas del día 11, Acebes activó la política de la confusión, al atribuir "sin duda alguna" los atentados a ETA y tachar de "intoxicación miserable" cualquier versión en otro sentido.

Aunque es cierto que se barajó la hipótesis etarra --reforzada por la información errónea de que el explosivo era Titadyne--, algunas piezas ya no encajaban. Como recordó el miércoles pasado el exsubdirector operativo de la Policía, Pedro DíazPintado, ETA "no tenía infraestructura suficiente" para montar un atentado semejante y los atentados se habían perpetrado sin aviso previo, contra los hábitos de la banda.

Los hechos se desencadenan de prisa: se descarta el Titadyne, aparece una furgoneta con una cinta de versos coránicos, se desactiva un bomba con mecanismo propio del terrorismo yihadista --"era algo absolutamente diferente de lo que conocíamos", narró el tedax que la desactivó--, ETA niega su autoría, se multiplican las reivindicaciones islamistas... Y no surge un solo indicio sobre ETA, según todos los policías que han testificado en el juicio.

Hasta el final

Pese a todo, Acebes intentó alargar el embuste. La noche del 13, comunicó la detención de tres marroquís, pero añadió que "no se renuncia a otras vías de investigación, ni conexiones, ni colaboraciones" . El exdirector de la Policía Agustín Díaz de Mera, gran amigo suyo, se enfrenta hoy a un proceso de desobediencia a la justicia por prolongar el bulo en el juicio. Nadie pide contra él ni contra Acebes la horca, como pretendió Collodi con su primer Pinocho. Solo que recapaciten y no mientan más.