Uno de los testigos clave de la teoría de la conspiración del 11-M --el exconfidente policial Francisco José Lavandera-- se difuminó ayer como una voluta de humo en la decimonovena jornada del juicio por la matanza de Madrid. Exportero de la discoteca Horóscopo en Gijón (Asturias) y adiestrador de serpientes, Lavandera reafirmó su versión original de que los procesados Antonio Toro y Emilio Suárez Trashorras le propusieron en el 2001 un negocio de explosivos con ETA. Sin embargo, expresó sus dudas de que los dos procesados tuvieran relación con etarras y describió a Toro, su principal interlocutor, como un fanfarrón dispuesto a ofrecer explosivos a quien se lo requiriera.

Después de desacreditar de este modo a sus fuentes informativas, Lavandera fue incluso más allá y dijo que nunca comunicó a su contacto en la Guardia Civil, el agente Jesús Campillo, las referencias de Toro y Trashorras a ETA. Según declaró ante el tribunal, se limitó a decirle a Campillo, como una opinión personal, que los explosivos "podían terminar en manos" de la banda.

Contó Lavandera que Toro, cliente del club, le ofreció en el verano del 2001 la posibilidad de ganar "mucho dinero" si llevaba explosivos al País Vasco. También le auguró Toro "grandes ganancias" si encontraba para ETA a "alguien que supiera detonar bombas con teléfonos móviles" o si "mataba a alguien" por encargo de la banda. Lavandera dijo que no se tomó en serio estas palabras de Toro, por considerar que ETA actúa "por ideología" y no usa "mercenarios".

INCONGRUENTE Sin embargo, un día se presentó Toro en el club con una carga de explosivos en el maletero de su coche. Lavandera dijo haber visto paquetes de goma-2 Eco, lo cual es a todas luces una incongruencia, ya que en el 2001 aún no se comercializaba este tipo de dinamita. Sea como fuere, se puso en contacto con la Guardia Civil.

En la sesión de ayer, una mujer, de la Asociación 11-M Víctimas del Terrorismo, se presentó con una camiseta que llevaba impresa una de las caricaturas de Mahoma aparecidas en periódicos europeos. El juez le permitió regresar a la sala tras quitarse la prenda.