En Amsterdam, Rachid Chaovati tuvo que fotografiar el restaurante de un importante hotel de la capital holandesa. Y en una pequeña isla cercana a Nápoles, de la que olvidó el nombre, se las ingenió para esconder la cámara con la que retrató el interior de un local. Estas eran algunas de las variopintas misiones que el agente secreto francés Christian Piazzole encargó a su subalterno antes de que ambos fueran detenidos en Cataluña en el 2002, con un arsenal de guerra encima y una colección de gadgets del espionaje que hubiera sacado de algún que otro apuro al mismísimo James Bond.

Conviene remontarse siete años atrás para entender que algunos de los artilugios que aún hoy guardan con mimo los Mossos d´Esquadra de la Unidad de Medios Técnicos han quedado más antiguos que el zapatófono, pero en su momento pusieron al descubierto el instrumental de los servicios secretos franceses.

Gadgets que sorprendieron a los investigadores de la policía autonómica catalana no tanto por su sofisticación tecnológica, sino porque algunos habían requerido de un trabajo artesanal, paciente y minucioso. La cámara de fotos Kodak de un solo uso era el mejor ejemplo. Los mossos de la Unidad de Medios Técnicos se encargaron de analizar y elaborar unos detallados informes con la descripción de los aparatos que llevaban encima los dos agentes secretos. Y no se conformaron con el exterior. La saga Bond adiestró al gran público sobre el engañoso mundo del espionaje, en el que nada es lo que parece. Si en Licencia para matar (1989) la cámara Polaroid disparaba un láser cuando se activaba el flas y, además, tomaba fotografías en rayos X, la Kodak de un solo uso escondía en su interior no un carrete normal, sino un artilugio electrónico que, entonces, era de lo más sofisticado en materia de emisor de radio baliza. El trabajo era tan perfecto que incluso al pasar por los rayos X, la Kodak no presentaba ninguna diferencia con una cámara original. Curiosos, los Mossos desmontaron la carcasa de plástico y abrieron la cámara. En el laboratorio policial, el agente no pudo reprimir un grito de sorpresa. Utilizando componentes electrónicos de miniatura, el artesano había construido un emisor de radio baliza compatible con un receptor del tipo Tracker.

El particular Q de este guión de espionaje francés se cuidó de manipular todos los componentes electrónicos que utilizó para que las inscripciones de los fabricantes no fueran identificadas y dificultar así cualquier tipo de investigación.

Confesión de Chaovati

En sus declaraciones, tanto a los policías como al juez de Manresa (Barcelona) que investigó el caso bautizado como Chacal , Rachid Chaovati confesó que había desenterrado las armas de un zulo y que su misión consistía en volverlas a esconder bajo tierra en un paraje cercano a Manresa, cuyas coordenadas llevaba memorizadas en un GPS, pero que no encontró la noche en la que fue detenido. La Kodak también tenía que ser enterrada porque emitiría la señal que facilitaría la recuperación de las armas al segundo agente secreto, Piazzole. En su mochila azul llevaba el receptor de señal, además de una entrada del Acuario de Barcelona, otra del parque temático Port Aventura y una multa de tráfico de dos días antes de ser detenido.