El cabecilla de la célula que perpetró la matanza del 11-M, Serhane Ben Abdelmajid, el Tunecino , se enfrentó a sus seguidores Basel Ghayun y Muhannad Almallah por ser "malos musulmanes" y no secundar sus planes terroristas. Ghayun comentó a su amigo Fuad El Morabit la recomendación del Tunecino de "abandonar Madrid porque iba a ocurrir algo muy fuerte".

Las declaraciones ante la policía y ante el juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, de El Morabit y Ghayun, ambos encarcelados por su implicación en el 11-M, coinciden en que El Tunecino, muerto en Leganés, se había radicalizado y había comenzado a preparar un atentado tras el apoyo del Gobierno español a la guerra contra Irak. Tan serios eran sus planes que recomendó a Ghayun abandonar Madrid. Este, a su vez, le trasladó el mensaje a El Morabit.

El Tunecino tramaba los ataques y buscaba adeptos. Según la declaración policial y judicial de Ghayun, "estaba muy alterado". Ambos discutieron en agosto del 2003 y el Tunecino le reprochó ser "un mal musulmán" por discrepar de sus planes terroristas. Entonces el Tunecino le dijo que "él era mejor musulmán e iba a cometer un atentado".

En la disputa participaba otro miembro de la célula, Munnad Almallah, y ambos pensaron que el Tunecino "fanfarroneaba". Sin embargo, en una "excursión a un río", poco antes del ataque, otro miembro del grupo llamado Rifat les informó de los planes del cabecilla iban en serio. Pero ninguno alertó a la policía.

El Morabit revela que él si creyó que el aviso del Tunecino se debía a la comisión de "un homicidio o un atentado".

El Morabit reconoció haber estado con el Tunecino y con Ghayun "3 o 4 días antes de los atentados". En concreto, celebraron una reunión en el bar de la Mezquita de la M-30. Pero el principal centro de operaciones para captar adeptos era la Mezquita de Tetuán, en el distrito madrileño de Cuatro Caminos. Allí conocieron a Mohamed El Egipcio y a Amer El Azizi, considerado miembro de Al Qaeda.

La parte del sumario que el juez Del Olmo ha remitido a la comisión parlamentaria de investigación contiene un careo entre Rafá Zuhier y Emilio Suárez Trashorras, implicados en la trama de la dinamita. Zuhier reconoce que no sabe si el papel que Toro le mostró a Trashorras en la cárcel de Villabona (Asturias) contenía un número de teléfono que le habían dado dos etarras.