Es igual lo que diga ETA en sus mensajes grabados o escritos. Para el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, nada permite confirmar que el "parón" anunciado por la banda terrorista tenga visos de realidad, porque solo responde a su necesidad de "reorganizarse". Por eso, ayer, habló en presente cuando aseguró que los tres detenidos el jueves en Guipúzcoa tenían la misión de "reactivar" un comando dormido y que, a principios del año 2000, participaron "dando cobertura logística y de apoyo" en varios atentados.

¿Y la tregua? Ni pestañeó el ministro cuando contestó a esa pregunta de los periodistas. Se encogió de hombros. Solo le faltó espetar: ¿De qué tregua me está hablando? En el fondo, dijo lo mismo, pero con más carga de profundidad: "En febrero Ibai Beobide tenía la orden de reactivar varios comandos". Dicho de otra manera, que ETA diga lo que quiera, que las fuerzas de seguridad se encargan de demostrar lo contrario.

Rubalcaba valoraba así, en la sede de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil de Madrid, la última operación contra ETA, en la que se ha desarticulado un comando con explosivos y material para fabricar, como mínimo, un coche bomba. Y es precisamente en estos días, tras el anuncio unilateral de tregua, cuando las reacciones de cada una de las partes definen bien las posiciones en este complicadísimo camino hacia la paz.

El jueves, tras las tres detenciones y el hallazgo de explosivos, la izquierda aberzale podría haberse callado ante la evidencia del material encontrado, o insistir en que ese armamento era anterior a la tregua, pero optó por criticar al Gobierno y calificar la operación como un "montaje político".

Además de los 101 kilos de explosivos, el coche robado en el 2001, los detonadores y el resto del kit para fabricar bombas, los investigadores se incautaron de soportes informáticos y de una pistola.