Unidos Podemos prepara para el 2019 campañas de candidato, personalizadas, que pongan el foco en el cabeza de lista y dejen en un segundo plano la marca de la coalición. Tras estudiar los análisis del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y múltiples encuestas internas, las direcciones de ambas fuerzas han concluido que deben ordenar la contienda en torno a los líderes territoriales y prescindir de un nombre profundamente erosionado.

No solo se esconderá la marca, sino que Podemos ha decidido cambiarla para afrontar las nuevas elecciones, como adelantó El Periódico en enero. En plenas negociaciones, cada vez parece más claro que no habrá una nueva designación unitaria, sino que cada autonomía tendrá posibilidad de negociar bajo qué marca concurre a los comicios. Las direcciones dan por hecho que en la gran mayoría de casos llamarse Unidos Podemos sería contraproducente para lograr sus objetivos: retener las plazas conquistadas en el 2015 y sumar la Comunidad de Madrid.

PERFILES PROPIOS

Las direcciones de Podemos e IU entienden que, con una marca debilitada, lo más efectivo es que el candidato se separe tanto como sea posible de los colores para armar una campaña diferenciada: alejarse de la identificación partidaria y generar, en cambio, vínculos representativos o afectivos con los ciudadanos. En un contexto de profunda desmovilización de su electorado, buscan más emocionar y ofrecer una imagen de solvencia, de buena gestión, que replegarse en dogmas identitarios.

Podemos defiende que, al margen de la erosión que pueda sufrir su marca, cuenta con perfiles especialmente potentes que ya han construido un nombre propio diferenciado de las banderas del partido. Teresa Rodríguez en Andalucía, Íñigo Errejón en la Comunidad de Madrid, o eventualmente una figura del prestigio del juez Juan Pedro Yllanes en Baleares tendrían peso específico suficiente para soslayar el paraguas de Unidos Podemos y buscar marcas alternativas. Ya está registrada Marea Andaluza en el ministerio del Interior y todos las miradas están puestas en qué nombre elegirá Errejón para concurrir al 2019.

JUNTOS O SEPARADOS

Hace tres años Podemos e IU se presentaron por separado a las elecciones autonómicas y solo han concurrido juntos a las elecciones del 26-J en las que como coalición, perdieron un millón de votantes respecto a las del 20-D. Ha llovido desde entonces, pero los análisis sobre qué provocó la espantada siguen siendo divergentes. Algunos dirigentes podemistas mantienen que IU les lastró entonces y seguirá haciéndolo, de modo que juegan con la idea de ir por separado en algunos territorios.

Desde la federación de izquierdas, se niegan. Insisten en que antes del ‘pacto de los botellines’ entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón, Podemos había perdido ya a 750.000 electores, de modo que rechazan ser la causa de la fuga y siguen apostando por la coalición.

Ahora bien, IU exige renegociar los términos del acuerdo con Podemos antes de Semana Santa. Considera que la marca de morada es un lastre y exigen mayor visibilidad. El entorno de Garzón no solo pide más presencia el Congreso, sino que también reivindican puestos de salida en determinados territorios en los que consideran que tienen candidatos con más 'punch' que los podemistas. No todos en IU defienden esta visión. Una parte de los dirigentes de la federación de izquierdas sostiene que lo último importante ahora es luchar por un nombre o una esencia.

Iglesias ha prometido generosidad en las negociaciones del acuerdo con IU, pero también ha advertido a sus interlocutores que la situación de Podemos no es tan negativa como le pretenden dibujar. Aferrado al último CIS, el jefe podemista sostiene que su partido aguanta el envite y que en el peor contexto posible, con la crisis catalana aún ardiendo, su electorado no se hunde, como vaticinaban algunos sondeos.

Si es una lectura complaciente por pura estrategia negociadora o una convicción real es ya una cuestión abierta a interpretaciones.