A María Teresa Fernández de la Vega le cambió ayer el semblante cuando escuchó cómo un periodista le preguntaba por "la crisis de Gobierno", en relación a la marcha ya confirmada del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, y la probable de la titular de Sanidad, Trinidad Jiménez. "No hay crisis de Gobierno, solo un cambio", replicó en un intento de desvincular ambos relevos de una reforma más profunda del Gabinete.

La vicepresidenta primera se esforzó en relativizar el impacto del adiós de Corbacho y Jiménez en la estabilidad del Ejecutivo. De la Vega inició su habitual rueda de prensa tras el Consejo de Ministros recordando el calendario político, en el que tildó los presupuestos para el 2011 de "decisivos" para dejar "definitivamente atrás la crisis" e iniciar la recuperación económica. La número dos del Ejecutivo evitó comentar el adiós de Corbacho y se limitó a decir que entra "dentro de la normalidad" que el PSC quiera contar en sus listas con un político de la "experiencia" del aún ministro de Trabajo.

Sobre el futuro de Jiménez fue menos explícita, aunque la ministra, también presente en el acto, mostró su deseo de seguir en el cargo haya ganado o no las primarias del 3 de octubre para encabezar la lista socialista en Madrid.

En el Congreso, los dirigentes socialistas fueron más locuaces, aunque tampoco se dejaron la piel por Corbacho. El presidente de la Cámara, José Bono, añadió con su particular estilo que el titular de Trabajo es una persona "excepcional, bondadosa, trabajadora e inteligente", para luego sentenciar que espera que la situación actual del desempleo "no le acompañe como un estigma".

El PP aprovechó la noticia para ahondar en su tesis de un Gobierno en "absoluta descomposición" y culpó al ministro de ser "el primero que abandona el barco".