Juan José Ibarretxe se levantó ayer temprano y presidió como todos los martes la reunión del Consejo del Gobierno. La sesión fue más corta que de costumbre. El lendakari tenía una cita trascendental a 400 kilómetros de Vitoria. Quizá la cita más importante de su vida política. Iba a defender en el Congreso de los Diputados, en la villa y corte imperial, un plan que pretende un estatus de libre asociación para Euskadi. Ni más ni menos.

Más de 300 periodistas --el triple que en una sesión normal-- se habían acreditado para el debate. En su coche oficial, Ibarretxe llegó a Madrid hacia las 15.30, dejó su pequeña maleta en un hotel céntrico, se preparó y se presentó en el Congreso unos 15 minutos antes de las cuatro de la tarde, hora de inicio de la sesión. Venía con el presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa.

Los recibió a pie de vehículo, con una sonrisa amplia, la vicepresidenta primera de la Cámara baja, Carme Chacón. El trío pasó al vestíbulo del salón Isabel II, donde departió unos 10 minutos con el presidente del Congreso, Manuel Marín, hasta que llegó el gran momento.

¿El servicio?

Ibarretxe atravesó circunspecto el Salón de Pasos Perdidos. Antes de entrar en el hemiciclo, preguntó a la jefa de Protocolo de la Cámara: "¿Por dónde debo salir para ir al servicio"? Más tranquilo al conocer el itinerario, entró en el salón de Plenos en medio de un resplandor de flashes y subió las escalerillas hasta el puesto que le habían asignado, en un balconcillo que suelen usar diputados del PP. En el camino se estrechó la mano con el líder popular, Mariano Rajoy. Lo cortés, ya se sabe...

El lendakari no estuvo solo. Lo arroparon casi todos los miembros de su Gobierno, un buen número de diputados autonómicos del PNV y los líderes provinciales del partido, encabezados por el presidente de la formación, Josu Jon Imaz. Acudieron además la mesa en pleno de la Cámara de Vitoria y los más destacados líderes de la oposición en el País Vasco: el socialista Patxi López y la popular María San Gil.

Contó Ibarretxe con dos apoyos de excepción: Josep Lluis Carod-Rovira y Artur Mas, que siguieron el debate desde la tribuna de invitados. "Hemos entrado en un periodo neoconstituyente", proclamó el líder de ERC ante los periodistas. El dirigente de CiU mantuvo un encuentro a solas con Imaz.

Con traje gris y corbata azul de rayas, el lendakari soportó con sólo un café en el estómago un debate que tenía perdido de antemano y que se desarrolló sin sobresaltos. Permaneció estoico a las andanadas de Rajoy, tomó notas en la intervención de Zapatero y sonrió cuando Duran arrancó en euskera.

Cuartel general

Mientras Ibarretxe seguía desde un escaño del PP el debate, su núcleo de colaboradores --el secretario general de Presidencia, la subdirectora de Protocolo, el jefe de prensa y la secretaria personal-- lo hizo en el salón María Pineda , que se les asignó a modo de cuartel general. "Tiene su gracia", dijo el jefe de prensa. La granadina María Pineda fue ejecutada en 1831 por orden de Fernando VII, después de que hallaran en su casa una insignia republicana que rezaba: "Ley, libertad e igualdad".