"Mucha gente me pide que vuelva a la política". En los últimos tres años, José María Aznar ha pronunciado esta frase en público media docena de veces. El expresidente del Gobierno aprovecha cada ocasión que se le presenta para subrayar que sigue siendo el gran referente político de buena parte del electorado del PP, un recordatorio constante que socava inevitablemente el liderazgo del hombre que él mismo nombró como su sucesor al frente del partido, Mariano Rajoy. Como Bonaparte en su exilio de la isla de Elba, Aznar amenaza con volver porque piensa que solo él atesora las virtudes necesarias para devolver al país a la buena senda. Y así se lo hizo saber, por ejemplo, al entonces embajador de Estados Unidos en Madrid, Eduardo Aguirre, en junio del 2007. "Si viera que España está realmente desesperada, quizá tendría que volver a la política nacional", le dijo.

La declaración figura, de forma literal, en uno de los despachos que Aguirre remitió en su día a Washington para informar de la situación política en España y que ayer fueron dados a conocer por El País tras ser filtrados por Wikileaks. Los documentos revelan las serias dudas que la elección de Rajoy como jefe del partido conservador suscitaba en la administración republicana de George Bush, cuyos funcionarios en Madrid lo retrataban como un hombre "distante" y "sin carisma" que, tras dos derrotas electorales, debía su condición de líder del PP "a la ausencia de un sucesor creíble dentro de su partido".

Una valoración que coincide bastante con la que, según la versión del exembajador Aguirre, hizo el mismo José María Aznar en aquel encuentro del 2007: "La falta de entusiasmo de Aznar por el sucesor que él designó fue muy notable --escribió el diplomático--. ... Está claramente preocupado por lo que él cree que está sucediendo en España y parece tener dudas de que Rajoy sea el hombre adecuado para devolver el PP al poder".

Opiniones como esta alimentaron la desconfianza de los funcionarios estadounidenses, que, tras la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las elecciones del 2008, no dudaron en especular sobre los candidatos a ocupar el puesto de Rajoy en caso de que el PP optara por un cambio de líder. A tal fin mantuvieron contactos con diversos dirigentes del partido, pero no llegaron a ninguna conclusión más allá de constatar que no existía ninguna alternativa clara.

Gallardón, el "encantador"

El personal de la embajada no oculta sus simpatías por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, pero es consciente de que este no tiene un respaldo suficiente dentro del partido. "Gallardón es encantador, listo y tiene reputación de honradez", decía un despacho de enero del 2009, que añadía que el propio Zapatero opinaba que el alcalde de Madrid es "el único miembro del PP que podría convertirse en presidente de España". En una reunión con el embajador, Gallardón admitió que "alguien como él o Esperanza Aguirre podrían intentar tomar el control del partido, pero a riesgo de romperlo por la mitad", y apuntó que "la continuidad de Rajoy era la mejor manera de minimizar el daño al PP". Bastante menos entusiasmo suscitaba en la embajada la presidenta de la Comunidad de Madrid, que aparece fríamente descrita en los documentos como "una política hiperambiciosa que se ve a sí misma como futura presidenta de España".

Los despachos sobre el PP hacen poco más que desvelar el muy notable interés de la administración estadounidense en los avatares del partido conservador, y constatar que el cesarismo de Aznar, la falta de carisma de Rajoy, la capacidad de seducción de Gallardón y la ambición de Aguirre son, a ojos de Washington, algo más que lugares comunes.

En el PP solo hubo ayer una breve declaración de la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal: "Yo no tengo ninguna duda sobre el liderazgo de Rajoy. Sobre observaciones particulares y privadas, no hago valoraciones".