A los actos institucionales las autoridades acuden tanto para ver como para ser vistas, y de ahí que a menudo las ausencias cobren más relevancia que las presencias. El de ayer en la Moncloa, la suntuosa presentación de la nueva ley de capitalidad de Madrid, pretendía ejemplificar las ventajas que puede reportar a la ciudadanía la cooperación entre las administraciones, en este caso el Gobierno central, la Comunidad de Madrid y el ayuntamiento. Pero el resultado final fue el opuesto.

La tensión entre la popular Esperanza Aguirre y su correligionario Alberto Ruiz-Gallardón se escenificó en la sede de la Presidencia del Gobierno. La presidenta madrileña evitó asistir en la Moncloa a la firma del acuerdo de la ley de capitalidad junto al alcalde y al jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero. Una actitud que el entorno del primer edil madrileño calificó de "error histórico".

Al desplante se sumó el hecho de que, a la misma hora, Aguirre prefirió acompañar al presidente del PP, Mariano Rajoy, a Móstoles, donde ambos sufrieron un accidente de helicóptero el 1 de diciembre. Entre chanzas revivieron el suceso, pero sin tomar riesgo alguno: esta vez viajaron en el Metro Sur desde el centro de Madrid. Rajoy no ocultó la aversión que ha tomado a volar: "¡Dios no nos ha dado alas!".

"Caída libre"

Mientras Aguirre denunciaba que Zapatero está "en caída libre" en Madrid porque maltrata a la comunidad, en la Moncloa el presidente y Gallardón sugerían lo contrario. El objetivo de Zapatero es evidenciar que el Gobierno no da un trato de favor a Cataluña, y ayer el alcalde le ayudó, al apuntar que "los españoles quieren vertebrar España, y nada la vertebra más que el modelo de convivencia y los valores en los que se asienta Madrid". A cuenta de la ley de capitalidad, Gallardón elogió el "consenso" PSOE-PP.

Pero la cuidada escenografía no impidió que Gallardón deslizara indirectas contra el Estatuto catalán. En concreto, defendió que Madrid "no levanta barreras ni busca blindajes", y la definió como "la gran capital de una gran nación: la nación española". Zapatero vinculó el "espectacular crecimiento" madrileño a la descentralización, por lo que pidió a Madrid que no sea "centralista". Demanda que puso en entredicho cuando anunció que el Estado levantará en la capital "un gran centro para la cultura de la paz".