El PSOE tendrá que negociar en las Cortes, antes incluso de lo previsto, la batería de reformas con la que ha abierto el año el Gobierno en pos de vencer a la crisis. Sin ni siquiera esperar al inicio, hoy, del nuevo periodo de sesiones parlamentarias, el PP, secundado por CiU, PNV y ERC, forzó ayer a José Luis Rodríguez Zapatero a que comparezca la semana que viene en el Congreso y explique sus planes. El presidente recogió el guante tras evidenciar que no le quedaba otro remedio y puso así el colofón a otra jornada tensa en la que los socialistas tocaron zafarrancho de combate y se lanzaron a una ofensiva en pos de neutralizar lo que creen que ya es un ataque en toda regla contra el Ejecutivo.

Cual fiera herida, los principales dirigentes del partido y del Gabinete dejaron de lado las discrepancias internas y se revolvieron ayer con rabia, atizando la teoría de la conspiración. Nadie pudo aportar pruebas contrastadas, pero se propagó la tesis de que la conspiración tiene acento inglés, que emana de intereses especuladores de los mercados internacionales para evitar un mayor control de los gobiernos, y que se ceba en España aprovechando sus problemas estructurales (burbuja inmobiliaria y paro) para salir de la crisis.

El círculo vicioso, siguiendo esa teoría, se cerraría en clave interna con un PP preparado ya para derribar al Gobierno, sin reparar para ello en los daños colaterales que pueda sufrir el país.

Tras los fallos de comunicación evidenciados en la explicación de las reformas, esta vez todo fue como un reloj. Abrió el fuego José Blanco en su doble condición de número dos del PSOE y miembro destacado del Gabinete como ministro de Fomento. En una entrevista radiofónica, Blanco denunció "maniobras un tanto turbias" de especuladores financieros "para volver a hacer de las suyas", y sentenció que nada de lo que ha ocurrido en los últimos días, incluidos los titulares de periódicos extranjeros dudando de la solvencia de la economía española es "casual o es inocente".

Dicho lo cual, cargó contra la estrategia de tierra quemada del PP. "Hay una campaña perfectamente definida para demonizar al presidente, simplemente porque algunos han llegado a la conclusión de que solo pueden ganar las elecciones destruyéndole personalmente", subrayó.

MENSAJE CONFUSO Blanco se dirigió posteriormente a la reunión de la ejecutiva federal del PSOE, donde, tras escuchar la defensa que hizo Zapatero de las últimas propuestas reformistas del Ejecutivo, volvió a repetir el mismo alegato ante la dirección del partido. La mayor parte de los asistentes a la reunión, que fue tensa y más larga de lo habitual, coincidieron en que existe consenso interno sobre el fondo de las propuestas. Y que el problema, en todo caso, reside en las formas. Es decir, en cómo se han explicado estos proyectos. En ese punto fue donde hubo más autocrítica, hasta el extremo de reconocer que la explicación de debates como el de las pensiones ha generado "confusión" en los ciudadanos.

Entre los asistentes a la ejecutiva se encontraba el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, requerido para explicar ante Zapatero sus críticas de la semana pasada al líder socialista. Barreda juró lealtad y se unió a la conjura contra los ataques externos, tal y como hizo poco después Manuel Chaves.

Los populares replicaron forzando la presencia de Zapatero en las Cortes, lo que acelerará la búsqueda de acuerdos por parte del Gobierno con los otros grupos. Ante este panorama, CiU tendió ayer la mano a Zapatero, aunque con un matiz: no apuesta por reeditar un pacto como el que cerraron Jordi Pujol y Felipe González. Ayer, tanto el líder de CiU, Artur Mas, como su jefe de filas en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, reclamaron un gran pacto de Estado por el cual el PSOE acuerde con el resto de grupos reformas económicas.