Constataba un ministro 12 meses atrás, en plena tormenta económica, que su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, había demostrado ser un buen navegante con el viento a favor, pero demostraba escasa pericia desde que el temporal había arreciado. "Con el viento en contra, cada golpe de timón te expone al naufragio. Hay que medir cada paso para esquivar la marea de objetos flotantes que se cruzan en tu camino, sin por ello perder el rumbo, y eso no es nada fácil", relataba el consternado colaborador que no por ello daba por perdida la batalla. Un año después, el titubeante timonel parece haber aprendido a manejarse con habilidad entre el oleaje más encrespado. En dos semanas, ha salido airoso del examen de los inversores de Wall Street, ha salvado el resto de la legislatura con un acuerdo con el PNV y, el miércoles, se convirtió en el único presidente que ha emergido sin apenas daños de una huelga general.

Los sindicatos no han tardado ni 24 horas en dar un paso adelante y agarrarse a la oferta de diálogo poshuelga lanzada por Zapatero. La clave no ha sido tan solo el relativo fracaso de la convocatoria, sino la orden del presidente de evitar el enfrentamiento a toda costa. La imagen más gráfica de esta estrategia es la de una comisión de coordinación armada con las últimas tecnologías y preparada para ofrecer un seguimiento al milímetro del eco de la convocatoria, a través de una web que tan solo aportó unas pocas cifras parciales a última hora de la tarde.

CON LAS CIFRAS EN LA MANO Cuando los datos empezaron a llegar a los ordenadores de la Moncloa y empezó a estar claro que los sindicatos habían pinchado, se abrió un debate en la comisión. Unos apostaban por mantener la máxima transparencia y otros defendían la tesis de que una guerra de cifras era lo menos conveniente para el día siguiente, en el que estaba claro que el único rol del Ejecutivo era el de la mano tendida.

"La actitud de los sindicatos, que rebajaron el tono a lo largo de la jornada, también influyó", según un miembro de la comisión, en la que al final se impuso la estrategia de los que preferían "exponerse al ridículo de salir sin una cifra" antes que poner en peligro el camino hacia la reconquista de Zapatero de sus bases socialistas, a las que perdió con su tijeretazo de mayo.

El jefe del Ejecutivo no solo ha sabido esquivar el peligro. Lo ha hecho sin extraviar el rumbo. Hoy está previsto que empiece a recuperar la confianza de los sindicatos en una entrevista en Radio Nacional.

¿Qué márgenes tiene el presidente para conseguirlo, una vez que ha dejado claro que no modificará la reforma laboral? Fuentes de la Moncloa aseguran que las pensiones pueden ser uno de los instrumentos para lograr ese acercamiento. En este sentido, explican esas fuentes, el Ejecutivo estaría dispuesto a olvidar la idea de elevar de 65 a 67 años la edad de jubilación y "compensarla" con la ampliación del periodo de cotización, de los 15 años actuales a 20. Un gesto que, sin duda, facilitará la reconciliación con las centrales.

Como sabe cualquiera que haya empuñado un timón, en una tormenta no hay descanso hasta que amaina. Superada la huelga general, el leonés se enfrenta el domingo a otro examen, esta vez dentro de su propio partido.

Una derrota de su candidata, Trinidad Jiménez, frente a Tomás Gómez en las primarias para la Comunidad de Madrid dará alas al grupo de dirigentes descontentos o marginados por el zapaterismo que se han arremolinado a la vera del exalcalde de Parla. El secretario general se juega su autoridad interna y el Partido Socialista de Madrid, quedar en manos de un trasunto del viejo guerrismo, centralista y obrerista. Ayer mismo, Gómez se vanagloriaba de que puede recuperar los votos huidos del PSOE al partido de Rosa Díez "por razones de política territorial", al tiempo que reivindicaba devolver la competencia de las cajas a la Administración central.

Una de las máximas que repite el presidente cuando se le interroga por los peligros que entrañan alguna de sus decisiones (como apostar por Jiménez) es que "sin riesgo no hay ganancia" y, añade, "especialmente en política". Una idea que aterroriza a un Mariano Rajoy que es tan previsible que, pase lo pase, será difícil que olvide su nuevo mantra: la petición de elecciones anticipadas, que ayer volvió a reiterar, además de calificar la huelga de "fracaso" del Gobierno y de los sindicatos.

MINISTRA A MEDIO PLAZO Y, tras la prueba del domingo, el jefe del Ejecutivo central deberá afrontar cambios en su Gabinete. El relevo seguro, por ahora, es el del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, que volverá a Cataluña para presentarse como número tres del PSC. Fuentes de la Moncloa explicaron que el cambio de Jiménez, por mucho que gane las primarias y sea la nueva contrincante de Esperanza Aguirre, puede aplazarse hasta el próximo mes de enero.

Parece que las primarias será el último gran obstáculo de Zapatero. Estas fuentes del Gobierno admiten, no sin sonrojo, que irá mejor a partir de noviembre, cuando, según las encuestas, CiU conquiste la Generalitat.