Los presidentes también lloran. Se equivocan, rectifican e incluso admiten sus errores, como el miércoles hizo de forma especialmente desacomplejada José Luis Rodríguez Zapatero en el balance ante la prensa de su peor año en la Moncloa. Pero después de todo lo que ha caído en los últimos meses, el mensaje de confianza que el jefe del Gobierno quiso transmitir para el 2010 dejó una sensación de lluvia sobre mojado.

Zapatero reconoció, como nunca había hecho hasta ahora, que su estrategia inicial de relativizar la gravedad de la crisis económica, negándose incluso a pronunciar esa palabra, no fue "acertada" y que el debate "estéril" que generó contribuyó a transmitir una "sensación equívoca" entre la ciudadanía sobre lo que se le venía encima. Y tras semejante confesión recuperó su versión más optimista y volvió a la carga para vaticinar que la recuperación, que ya ha empezado, permitirá volver a crear empleo "en la última parte del 2010". Tras su particular annus horribilis, el líder socialista se juega en los próximos meses todo el prestigio que le queda.

"UNICA OBSESION" Tuvo que aumentar el paro en más de 620.000 personas antes de que el jefe del Ejecutivo claudicara y aceptase, el 8 de julio del 2008, pronunciar la palabra crisis. El miércoles pasado, con más de cuatro millones de parados, Zapatero aseguró ya que solucionar esa sangría se ha convertido en su "única obsesión".

El presidente admitió que la recuperación "será lenta y difícil". En la agenda económica de enero, incluyó la presentación de las propuestas del Gobierno para abordar la reforma laboral y la del sistema de pensiones. También en enero se presentará un plan de austeridad para la Administración del Estado que, según el jefe del Ejecutivo, será "muy exigente". La reestructuración del sector financiero debería quedar completada, dijo, "en la primavera" del 2010 y para ello exigió a las entidades implicadas en el proceso --que afecta sobre todo a las cajas de ahorros-- que colaboren "con los caminos y los tiempos" que determine el Banco de España.

La larga comparecencia de más de una hora y media dio para hablar de otros temas al margen de la economía. En relación al Estatuto catalán, que tuvo especial protagonismo, insistió en defender su constitucionalidad, incluido el término nación del preámbulo y el apartado de los símbolos nacionales, y ahondó en la táctica cocinada en la Moncloa de relativizar el impacto real del fallo en ciernes del Tribunal Constitucional. "Somos un país con un sistema constitucional consolidado y maduro, la sentencia no marcará un antes y un después", concluyó.

EL CULEBRON El presidente del Gobierno también se refirió a la anunciada reunión en la Moncloa con el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, que va camino de convertirse en un culebrón. Ambos líderes no mantienen una entrevista de ese tipo desde octubre del 2008, aunque tras el pasado verano el Ejecutivo socialista mostró públicamente su disposición a invitar al dirigente del principal partido de la oposición para negociar acuerdos contra la crisis y sellar dos grandes pactos de Estado sobre energía y educación.

Pero los meses han ido pasando y la cita sigue sin fecha. Zapatero reconoció ayer que el problema radica en la falta de sintonía que existe actualmente entre el Ejecutivo y el Partido Popular, evidenciada en el fracaso de la Conferencia de Presidentes Autonómicos. "Nuestro objetivo es que la reunión se produzca lo antes posible, pero debe haber un clima previo favorable", dijo el presidente. Las gestiones reconciliadoras del ministro de Educación, Angel Gabilondo, serán claves.