Lejos de amainar, la crisis política hispano-israelí --negada por el Gobierno pese a las amargas quejas de la diplomacia hebrea-- tiende a enquistarse. A ello contribuye la estrategia de José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo, que alternan gestos de conciliación hacia Tel-Aviv y críticas a los raids israelís sobre el Líbano. El clímax de este doble lenguaje se dio ayer a mediodía: mientras el presidente recibía en la Moncloa a jóvenes israelís y palestinos moderados, el socialista José Blanco denunciaba que la muerte de civiles inocentes en el Líbano es un "objetivo buscado" por Israel. El embajador de Israel en España, Víctor Harel, poco tardó en avisar de que Blanco ha realizado "la declaración más infame" de los últimos días.

En esta crisis, la línea del Gobierno español ha tomado un rumbo zigzagueante cuya interpretación solo parece al alcance de los más sabios cabalistas. Al principio Zapatero emprendió una escalada de reproches a Israel por la matanza de civiles en el Líbano. Luego, en respuesta a las quejas del embajador de Israel, el Ejecutivo quiso mostrarse ecuánime y precisó que condenaba por igual la ofensiva israelí y la violencia de Hizbulá, en el Líbano, y de Hamás, en territorio palestino. Así dejamos las cosas el pasado viernes.

DE NUEVO, EN ALICANTE Pero llegó el fin de semana y, con él, las visitas de miembros del Gobierno al Festival IUSY (acrónimo inglés de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas) de Alicante, donde días atrás Zapatero posó con la kufiya palestina. Allí la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, que el viernes leyó una declaración sobre el conflicto, volvió a cargar contra Israel, y el titular de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, culpó a Tel-Aviv de causar un "baño de sangre". Las quejas del embajador israelí no tardaron.

Ayer era lunes, tocaba equidistancia. Zapatero invitó a la Moncloa a miembros de las juventudes del Partido Laborista israelí y de Al Fatá, el partido palestino que trata de moderar a los radicales de Hamás. Procedentes del encuentro de Alicante, israelís y palestinos apoyaron los esfuerzos del presidente por poner fin a las hostilidades, según Moratinos, quien aseguró que en la reunión Zapatero no recibió ningún reproche por sus declaraciones.

El ministro alardeaba de sus buenos contactos --fue enviado especial de la UE para el proceso de paz en Oriente Próximo-- para aclarar que no necesita viajar a la zona para mediar en la crisis, y negó haber recibido "queja alguna" de Israel por la actitud del Gobierno español. Tras ofrecer ayuda humanitaria y atención médica en España a las víctimas dijo que mañana, en la cumbre de Roma, defenderá el despliegue de una fuerza internacional si tiene el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU.

SIMPATIAS DE IZQUIERDA Pero mientras el ministro presumía de buenas relaciones con Israel, Blanco remaba en dirección opuesta. El número dos del PSOE tachó de "desproporcionada" e "indiscriminada" la ofensiva israelí en el Líbano, y acusó a Tel-Aviv de matar civiles aposta al afirmar que son un "objetivo buscado". Y es que, aunque la real politik obligue al Gobierno a repartir culpas entre los contendientes, el PSOE no olvida que las simpatías del electorado de izquierdas están del lado árabe.

El embajador en España no solo definió como una infamia la acusación de Blanco --"nos ha dejado atónitos", subrayó--, sino que equiparó al dirigente socialista con un propagandista árabe. "Nos está acusando de matar civiles de forma indiscriminada, es decir, con intención, y eso es algo que hace realmente la propaganda árabe, pero no lo esperábamos de quien está al frente de un partido con muchos lazos con Israel y años de relaciones", concluyó Harel.