Un presidente autonó- mico del Partido Popular comprobó hace unos días la voluntad de José Luis Rodríguez Zapatero de salir airoso del difícil debate del estado de la nación que protagonizó ayer en el Congreso. Tranquilo, seguro de sí mismo y conocedor de las argucias dialécticas de Mariano Rajoy, Zapatero advertía a ese dirigente conservador de que estaba preparando a conciencia su discurso y el paquete de medidas que iba a anunciar. Y lo evidenció con un alud de políticas económicas, en sectores como el automovilístico o el de la construcción, que eclipsó a Rajoy, quien se agarró a uno de los grandes problemas del presidente, las dudas sobre su credibilidad.

Zapatero llegó al Congreso con una idea. Estaba dispuesto a impulsar nuevas ayudas a sectores como el automovilístico o el de la vivienda, pero con el objeto de modificar el modelo productivo a medio plazo, con reformas de calado en el sector energético o en la educación, que pudiera lograr la confianza del PP y de CiU, aunque dejando claro que el Ejecutivo se encuentra anclado en la izquierda. Y de una amplia cesta de propuestas destacó iniciativas que tanto el PP como CiU llevan meses reclamando, como la reducción del impuesto de sociedades para las pymes, o la ayuda directa para la adquisición de automóviles.

Pero el presidente del Gobierno, una vez desgranado todo su arsenal de impulso económico, que recibió una buena respuesta por parte de los sectores implicados, tenía otro claro objetivo, el de arrinconar a Rajoy en el flanco derecho, el de preguntar una y otra vez al líder del PP por sus intenciones de reformar el mercado laboral, flexibilizando el despido con la creación de algún posible nuevo contrato.

SIN INTERLOCUTOR Pero Zapatero no tuvo interlocutor. Rajoy se escudó en la "falta de credibilidad" del presidente, en las "mentiras" para ocultar la crisis al inicio de la legislatura. El intercambio de golpes verbales creció en intensidad. Los reproches fueron cada vez mayores y la brizna de diálogo que se pudo dibujar al comienzo del debate se esfumó por completo.

Otro fue el tono del jefe del Ejecutivo con el portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida. Duran no ahorró críticas sobre la mala gestión del Gobierno en la concesión de créditos por parte del ICO para garantizar la supervivencia de las pymes. Y tampoco se olvidó del modelo de financiación autonómica.

Pero Duran no recibió ni un solo gesto hostil por parte de Zapatero, quien le garantizó un buen acuerdo sobre la financiación y le reiteró su compromiso "con la España plural".

Con el portavoz de ERC, Joan Ridao, Zapatero incidió una vez más en su proyecto de la "España plural", y se mostró dispuesto a "posibles entendimientos" con los republicanos en materia social, aunque aseguró que no le sorprendía el distanciamiento evidenciado por Ridao. La misma actitud mostró con el diputado de ICV, Joan Herrera.

Pero Zapatero no escondió que desea "ideologizar" la crisis, como le reprochó Duran Lleida. Y se explayó en ello en sus réplicas parlamentarias con Rajoy. Tras comprobar que no quería saber nada de los guiños gubernamentales al PP, como el anuncio de rebaja fiscal a las pymes, buscó una caricatura de su adversario, que el líder conservador trató de combatir.

Reclamó Rajoy una "rectificación" en política económica, como Zapatero, a su juicio, modificó la política antiterrorista con ETA, y se parapetó en expertos socialistas, como Joaquín Almunia o el gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordónez, para sostener la necesidad de reformas económicas. Pero Zapatero insistió. Le pidió a Rajoy que se mojara y ofreciera sus recetas sobre el mercado laboral, reprochándole el manido recurso socialista del "decretazo" del Gobierno del PP en el 2002. Y le culpó abiertamente de "jalear" cada dato negativo sobre la economía española.

La bronca fue total. Rajoy rechazó la propuesta de Zapatero de suprimir la desgravación por hipoteca a los ciudadanos con rentas más altas de 24.000 euros a partir del 2011, con la idea de estimular la compra hasta esa fecha. "Acaba de apalear a las clases medias", afirmó, consciente, en vísperas de las elecciones europeas, de que el PSOE tiene problemas electorales entre las clases medias de las capitales de provincia españolas.