"Si la derecha da a Zapatero por finiquitado se equivoca. Es que aún no le conocen". Estas frases son como un mantra que repiten estas semanas personas del entorno del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que insisten en que su líder, lejos de deprimirse, "se crece en la dificultad". En el Ejecutivo y en el PSOE hay coincidencia en que Zapatero agotará la legislatura, convencido de que en los dos años que faltan para las elecciones podrá darle la vuelta a la situación y recuperar la credibilidad que ha perdido con la crisis. Para lograrlo, tendrá que superar obstáculos de distinta magnitud; el más importante, aprobar los presupuestos del 2011.

Las personas consultadas no ocultan que el presidente "lo ha pasado mal". Sobre todo, la primera semana de mayo, cuando el Consejo Europeo del día 7, reunido para aprobar el plan de rescate a Grecia, decidió dotar un fondo de 750.000 euros para ayudar a otros países del euro que lo necesitaran, pero también acordó adoptar unas drásticas medidas de recorte que él intentaba evitar. Hasta ese, día Zapatero pensaba que tenía autonomía para decidir el ritmo y las partidas en las que aplicaría el ajuste y se vio forzado --como el resto de los gobiernos-- a acelerarlo. Pasado ese mal trago, "se metió de lleno en el papel de estadista" y se puso como objetivo sacar a España de la crisis.

"Sabe que no lo tiene fácil --dice un dirigente socialista-- porque las medidas que debe tomar son duras y pueden desembocar en una huelga general, y sabe que lo tiene que hacer en un momento en que su credibilidad está bajo mínimos y con el PP tratando de sacar provecho de esa situación". Pero el mismo cargo añade que, si cuando anunció esas medidas en el Congreso estaba solo, ahora sabe que la opinión pública le ve arropado por sus colegas europeos que adoptan recortes similares.

Sus colaboradores le ven más decidido que nunca a superar todos los obstáculos. De momento, le toca aprobar el miércoles el decreto de la reforma laboral sin acuerdo con los agentes sociales. Pero ha dado instrucciones para contar con el máximo respaldo parlamentario. Está además --según sus próximos-- preparado para soportar la huelga general, que intentaba evitar.

El presidente cree que, pese a que las medidas sean impopulares, contribuirán a generar confianza en la sociedad, porque los ciudadanos saben que son necesarias. Un ejemplo de esa disyuntiva entre impopularidad y necesidad sería el fracaso de la huelga de la administración, pese al malestar de los funcionarios que, por primera vez, se enfrentan a un recorte salarial.

Para agotar su mandato, el paso previo es sacar adelante los presupuestos del 2011. El PNV se sabe imprescindible y pondrá precio a sus votos. Y Zapatero no descarta aún contar con CiU pese a que Duran Lleida adelantó que no respaldará los presupuestos. Si supera ese escollo, los dirigentes socialistas creen que el presidente abordará una remodelación del Gobierno que le refuerce.