El recrudecimiento del conflicto en Oriente Próximo ya está provocando daños colaterales en España. Con su enérgica condena de las matanzas de civiles en el Líbano, José Luis Rodríguez Zapatero ha desatado una grave crisis política con Israel y, al tiempo, ha tensado aún más sus ya maltrechas relaciones con el PP, empeñado en abrir una brecha en el vulnerable frente diplomático del Gobierno. Para colmo, la fotografía de Zapatero luciendo un pañuelo palestino, tomada el miércoles, amenaza con convertirse en el vivo retrato del alineamiento de España con los grandes enemigos de Israel y, por ende, de EEUU.

Desde el establecimiento de relaciones con Israel, hace ya 20 años, la diplomacia española siempre se ha esforzado en mantener una calculada equidistancia entre las autoridades hebreas, de un lado, y el pueblo palestino y los países que lo apoyan, del otro. Este sutil equilibrio ha permitido a España jugar un activo papel mediador en la zona, hasta el punto de albergar, en 1991 en Madrid, la primera conferencia de paz árabe-israelí. Ahora, la postura de Zapatero ante los ataques israelís contra el Líbano puede privar a España de ese papel central en el conflicto de Oriente Próximo.

MAS ALLA QUE LA UE Desde hace una semana, Zapatero viene censurando los bombardeos sobre el Líbano --que ya se han cobrado más de 300 vidas, en su gran mayoría civiles-- con más contundencia que la propia UE. Pero el miércoles dio un paso más: condenó el secuestro a manos de Hizbulá de dos soldados israelís, detonante de las hostilidades, pero acusó al Ejército hebreo de emplear "una fuerza abusiva" que no permite "defender a los seres humanos inocentes". Poco después, el PSOE tachaba de "desproporcionados" los ataques israelís y convocaba, ayer mismo, una manifestación de protesta en Madrid. El conflicto diplomático estaba servido.

La tensión afloró ayer por la mañana en un desayuno informativo en la capital. El conferenciante, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos; entre el público, el embajador israelí en España, Víctor Harel, y el empresario judío Mauricio Hachuel. En el coloquio, Hachuel tomó la palabra para, en nombre de la comunidad judía en España, reprochar al ministro las declaraciones "antiisraelís y antisemitas" de Zapatero. Moratinos, alterado, se le encaró: "No voy a tolerar que digas públicamente que el presidente es antisemita. ¡Que sea la última vez!"

El incidente hubiera quedado en una mera anécdota si no fuera porque, a la salida, el embajador israelí echó más vinagre a las heridas abiertas. Harel diagnosticó que las relaciones hispano-israelís "no están pasando por su mejor momento" a causa de las críticas, "muy duras y muy injustas", vertidas por Zapatero, a quien reprochó que vaya "más allá del consenso de la UE" y alertó de que, al romper la equidistancia, España se inhabilita como mediadora en Oriente Próximo. Para el diplomático hebreo, la participación del PSOE en una manifestación "contra Israel" es "un premio al terrorismo islámico". El conflicto político no tardó en saltar a las agencias internacionales de noticias.

LA ESCENA DE LA ´KUFIYA´ Capítulo aparte merece la foto de Zapatero con la kufiya, el pañuelo palestino que el miércoles, en Alicante, un joven le colgó al cuello a modo de bufanda. Los testigos aseguran que, para no hacerle un desaire, el presidente no se apartó, aunque pronto se despojó de la prenda. Pero el mal ya estaba hecho.

Al gesto Moratinos intentó quitarle hierro, pero el PP lo aprovechó para sacarse la espina de otra imagen: la de José María Aznar en las Azores, donde declaró la guerra a Irak junto a George Bush y Tony Blair. Los populares Jorge Moragas y Gustavo de Arístegui denunciaron la "israelofobia " de Zapatero, lo tacharon de "antisemita" por posar con la kufiya y le instaron a cesar a Moratinos. Mariano Rajoy guardó silencio, lo que presagia que las hostilidades no han hecho más que empezar.