Desdibujadas ya todas las esperanzas de que la situación económica vaya a mejorar para las elecciones generales del 2012, tras los últimos ataques de los mercados a la economía española y del rescate de Irlanda, el Gobierno ha asumido que no tiene más remedio que olvidarse de los resultados de los sondeos y afrontar sin complejos las medidas anticrisis. Esta disposición a actuar con firmeza para colocar las bases de la recuperación no es nueva, al menos si se tiene en cuenta lo afirmado en julio por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, en el debate sobre el estado de la nación: "Haré lo que tenga que hacer, me cueste lo que me cueste".

Entonces pareció más una actitud personal, aunque matizada posteriormente por el respiro que produjo a la economía la publicación de los tests de resistencia de los bancos españoles. De hecho, esa tranquilidad y el subidón que supuso para los socialistas la remodelación del Gobierno, hizo recuperar un cierto optimismo y causó una cierta relajación. Hasta el punto de que Zapatero llegó en ese momento a admitir ante los barones que haría, por ejemplo, una reforma del sistema de pensiones con el máximo consenso político y sindical, renunciando para ello a retrasar la jubilación a los 67 años, para no castigar más al electorado tradicional del PSOE y garantizar un clima social tranquilo ante los comicios locales y autonómicos de mayo del 2011.

UNICA POSIBILIDAD El viernes, el presidente corrigió esa posición y aseguró en Bruselas que afrontará esa reforma "con todas las consecuencias". Es la demostración de que las cosas han cambiado. Ahora es el Gobierno en pleno el que admite que "hay que hacer lo que hay que hacer, lo que le conviene a España" para superar la dificilísima situación económica "sean cuales sean las consecuencias electorales" que eso tenga. De ese modo se expresaba en conversación con este diario un destacado ministro y con palabras similares lo explicaron también otros miembros del Ejecutivo y los dirigentes federales del PSOE.

Uno de estos últimos señalaba incluso que los resultados del 2012 "serán mucho peores si no se adoptan las medidas necesarias, aunque sean impopulares, para salir de la crisis" y añadía: "La única posibilidad de tener un resultado aceptable es afrontar esa responsabilidad sin pensar en nada más que en superar la crisis".

Según esos notables socialistas consultados, Zapatero lleva ya meses convencido de que esa es la única vía que le queda al Gobierno, porque es su responsabilidad adoptar las medidas para superar la crisis y porque "sabe que no sirve de nada hacer gestos de cara a la galería, que son baldíos e incluso contraproducentes". Pero también es cierto que algunos pensaban que el presidente del Gobierno parecía dispuesto a inmolarse para salvar al país y a su partido y en este momento parecen conscientes de que, aunque lo pretenda, la opinión de los ciudadanos sobre la gestión de Rodríguez Zapatero marcará las expectativas de todo el PSOE sea o no él el candidato en el 2012.

De hecho, en el Ejecutivo saben que es difícil que tengan un buen resultado electoral en los próximos comicios generales --sin considerarlo imposible ya que faltan muchos meses-- por lo que piensan que su obligación es al menos dejar un buen legado a los españoles y salvar su imagen en la medida en que salvan la economía del país. Todo ello, claro, pensando en las elecciones generales. Pero con esta disposición de adoptar las medidas impopulares con todas sus consecuencias la pregunta es: ¿Qué ocurre con las elecciones de mayo del 2011?

´NO´ A UNA TREGUA SOCIAL Los barones socialista están muy nerviosos y pidieron una tregua social para llegar con mejores expectativas al próximo 25 de mayo. La respuesta es sencilla. El Gobierno abandona a su suerte a los candidatos municipales y autonómicos. En palabras de los ministros consultados, "las elecciones de mayo están sujetas a los candidatos y al partido. Deberán bregarse y demostrar que tienen liderazgo en sus ciudades y sus autonomías para ganar".