El noveno encuentro entre José Luis Rodríguez Zapatero y Juan José Ibarretxe, ayer en la Moncloa, se convirtió en un acto de precampaña. Perfectamente delimitadas las discrepancias desde su cita de octubre, ni uno ni otro pretendían convencerse; solo ganar puntos ante sus respectivos electorados con vistas a los comicios en Euskadi, previstos para dentro de 11 meses pero que, ante la complejidad del laberinto político vasco, bien podrían avanzarse. Ratificado el desacuerdo sobre su plan soberanista, el lendakari acusó al anfitrión de estar "enrocado" y "pensar más en las elecciones que en las soluciones". Pero Zapatero, moderadamente displicente, replicó que en la reunión fue Ibarretxe el más interesado en hablar de los comicios vascos.

A poco más de un mes de someter a votación en el Parlamento de Vitoria su plan soberanista, a Ibarretxe se le van quemando los cartuchos. Si aprueba la iniciativa con el apoyo de EHAK, perseguida por la justicia por su supuesta subordinación a ETA, deberá decidir si consuma la amenaza de convocar el 25 de octubre un referendo ilegal o si transforma la consulta en elecciones anticipadas, opción harto arriesgada para el PNV tras su serio revés de las generales y el ascenso de los socialistas vascos.

VICTIMAS NACIONALISTAS Del rotundo no de Zapatero al plan Ibarretxe, ratificado ayer, se servirá el PNV para alentar el victimismo nacionalista en su intento de seguir en el poder. Pero el líder del PSOE, que ayer no quiso delegar en ningún ministro la comparecencia pública, dejó claro que, sean cuando sean los comicios, él se implicará a fondo en apoyar a Patxi López.

Recurriendo a la ironía, Zapatero comentó que Ibarretxe llega "cada vez con una cosa distinta", y describió su último plan soberanista con tono caricaturesco: "Es una propuesta de una consulta para octubre cuyo contenido tampoco conocemos muy bien, para qué, con qué amparo, en qué marco... Y que quiere que convoquemos conjuntamente para luego hacer una negociación política hasta el 2010, y luego un referendo... En fin".

El presidente concluyó: "Las cosas están claras": no negociará una propuesta "que no se sabe adónde va", que carece de consenso político en Euskadi y que no respeta la Constitución ni el Estatuto de Gernika. Un "viaje a ninguna parte", sentenció, que resulta "innecesario" e "inconveniente", porque "divide y confunde" a la ciudadanía.

A Zapatero, que siguió por el circuito interno su comparecencia, no debió gustarle su insistencia en que el Gobierno no podía negarse a negociar con "el representante del pueblo vasco" la hoja de ruta que durante el alto el fuego trató con ETA, y que el PSOE acordó con el PNV y Batasuna. Un dardo envenenado, la referencia a los conocidos como preacuerdos de Loyola, que el presidente, rayando la descalificación, tachó de "absurdo" y achacó a la "debilidad" de Juan José Ibarretxe.

Ibarretxe reprochó a Zapatero su actitud "defensiva", reiteró que el diálogo "no puede estar al capricho de ETA" e, inasequible al desaliento, aseguró que aún no descarta un pacto. En todo caso, dejó claro que sigue con su plan y que en junio pedirá el aval del Parlamento vasco.