Mal que le pese a José Luis Rodríguez Zapatero, a cinco meses de las elecciones generales la actualidad política vuelve a circular por los mismos carriles que hace dos años, cuando el Estatuto catalán desembarcó en Madrid. El órdago de Juan José Ibarretxe con su referendo ilegal y la proliferación de ataques a la figura del Rey han resucitado el eterno debate sobre quién defiende con más convicción y energía la unidad de España. Discusión en la que el PP, con un discurso nítido y sin los matices territoriales que caracterizan al PSOE, siempre parte con ventaja. Pero Zapatero, según fuentes de su entorno, planteará batalla para disputar a Mariano Rajoy la bandera de la cohesión nacional.

Mucho ha llovido desde aquel 30 de septiembre del 2005 en el que el Parlamento catalán, con el único rechazo del PP, aprobó una propuesta de reforma del Estatut llamada a sacudir los hasta entonces sólidos anclajes del Gobierno socialista. El PP supo hurgar en las contradicciones de un PSOE que ni compartía ni comprendía la disposición de Zapatero a impulsar una reforma territorial en la que Cataluña tomara la delantera. El Gobierno trató de quitar hierro a la propuesta catalana pero el contenido maximalista del texto lo dejó sin argumentos. Dan fe los sondeos, en los que el PP recortó la ventaja del PSOE sin que este haya sido capaz de recobrarla después.

RESPUESTA PREPARADA Dos años más tarde, Zapatero ha aprendido de sus errores. Sus colaboradores apuntan que esta vez el presidente no dejará sin respuesta la campaña orquestada por Rajoy y los suyos para presentarle de nuevo como culpable de la ruptura de España, y de paso patrimonializar los símbolos nacionales. Pero, se mueve en el filo de la navaja: ante las ofensas a la Corona y el desafío soberanista de Ibarretxe no quiere contribuir al alarmismo que alimenta el PP, pero tampoco entrar en una dinámica de confrontación que, a su juicio, solo beneficia a los sectores más radicales de las sociedades catalana y vasca.

La receta que expidió el domingo en Pontevedra, "firmeza y serenidad", le sirve para afrontar el envite de Ibarretxe y la quema de fotos del Rey. Zapatero recela de las actuaciones judiciales contra los antimonárquicos incendiarios porque cree que generan un indeseable efecto contagio entre independentistas, pero tampoco le han dolido prendas al reprender a los partidos catalanes por no condenar estos actos.

ESTABILIDAD TERRITORIAL El líder socialista se empleará a fondo contra el PP por su pretensión de arrogarse la defensa de los símbolos nacionales. Frente al nacionalismo identitario del PP, Zapatero exhibirá la estabilidad territorial de España como muestra de que el catastrofismo de Rajoy era una impostura. "Con cinco estatutos reformados y otros tanto en curso, España sigue sin romperse", ironizan fuentes oficiales, que no ven riesgo para los sondeos en la propuesta de Ibarretxe.

No piensa así el equipo de Rajoy, agradecido al lendakari por brindarle un pretexto para sacar sus espantajos predilectos: las cesiones del Gobierno, ante los nacionalistas y ante ETA, y la desvertebración de España. El eslógan "Somos España", con el que los populares llaman a defender la bandera española frente al "órdago independentista", sintetiza los planes de Rajoy.