Apenas tres semanas ha durado la frágil tregua entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, escenificada en la Moncloa después de que ETA finiquitara el alto el fuego. El jefe del Ejecutivo y el líder del PP exhibieron ayer en el Congreso el desprecio que se profesan y sus profundas diferencias sobre el fallido diálogo con la banda, ajustando así sus cuentas pendientes. Por enésima vez, los demócratas proyectaron esa imagen de división que tanto alboroza a los etarras. El debate sobre el estado de la nación se convirtió, pues, en un bronco intercambio de reproches.

Todo gran debate parlamentario, máxime cuando es el último de la legislatura, constituye para los políticos un impagable escaparate audiovisual. Así lo afrontaron ayer Zapatero y Rajoy, cada uno a su modo. El presidente exhibió los logros sociales y económicos de su mandato; anunció nuevas medidas --algunas de penetrante fragancia electoralista-- y defendió su empeño, frustrado, de erradicar la violencia mediante el diálogo, frente a un PP empeñado en "hacer oposición al Estado". El menú de Rajoy fue menos variado: destinó el grueso de su munición a denunciar supuestos "engaños" de Zapatero en el proceso de paz.

"POSIBILIDADES REALES" Reservándose para el turno de réplica, en su intervención inicial Zapatero se limitó a sintetizar los principios que han inspirado su estrategia para acabar con el terrorismo, manteniendo "el compromiso democrático con la lucha antiterrorista" al tiempo que exploraba "las posibilidades reales de negociar la disolución de ETA".

Sus compromisos, enfatizó, siempre han sido los mismos: "derrotar definitivamente al terrorismo"; "hacer inviable la imposición de una política por la vía de la violencia"; conjurar "la extorsión y la amenaza"; y condenar al ostracismo "el apoyo, la complicidad y la comprensión de los terroristas". Todo ello con el objetivo de "salvar vidas" y "cambiar el rumbo de la historia", pero sin pagar "ningún precio político a cambio".

Dentro de esos compromisos enmarcó la lucha policial y, "¡cómo no!, la decisión de explorar las posibilidades de un final dialogado de la violencia". Ahora bien, también dejó claro que, después de que los etarras asesinaran a dos ecuatorianos en Barajas, en diciembre, y de que en junio confirmaran por escrito la vuelta al terror, las reglas han cambiado: "ETA ha hecho imposible un final dialogado de la violencia. No hay vía alguna para el diálogo. No hay margen alguno para intentarlo". La respuesta a la amenaza etarra, ratificó el presidente, será "implacable".

"No entreguemos a los terroristas, ni ahora ni nunca, el premio de nuestra desunión". Esa fue su primera y más creíble apelación al consenso. A partir de ahí todo fue bronca. Así lo quiso el líder del PP.

Tras desacreditar al completo la gestión del Gobierno socialista, Rajoy dio por acabada la legislatura a causa del "gran fraude de la falsa oportunidad para la paz" que impulsó Zapatero, "su gran fracaso". Frente a los anuncios del presidente, el líder del PP se cuidó muy mucho de poner encima de la mesa alguna propuesta de futuro.

LOS "APAÑOS" CON ETA El dirigente conservador acusó al presidente de haber "engañado" a la opinión pública española, porque "sabía que ETA no pensaba rendirse" ni renunciar a sus objetivos políticos y, pese a ello, aceptó negociar con ella; de actuar "de mala fe", de mantener una "conducta desleal" con los españoles y "mentirles"; de llegar a "apaños con los terroristas"... Incluso sentenció que fue el Gobierno el que exploró la voluntad de los etarras de abandonar las armas: "Era ETA la que estaba explorando hasta dónde podía llegar usted".

Por eso, y dando por descontado que el presidente "ha perdido toda la credibilidad", Rajoy le exigió que, para probar su "inocencia", difunda "las actas de las reuniones con ETA" o, en caso contrario, convoque elecciones anticipadas. Y, de paso, puso condiciones para mantener su teórico apoyo al Ejecutivo frente al terrorismo: que se base en la "derrota" de ETA y en la renuncia a un nuevo proceso de diálogo --así pueden reflejarlo las propuestas de resolución del PP, que el Congreso votará mañana-- y que el PSOE no pacte el Gobierno de Navarra con los "anexionistas" de Nafarroa Bai.