Uno renunció a conseguir "una adhesión inquebrantable" y el otro dejó los "reproches" para una ocasión menos grave. El desafío que ha lanzado ETA bien merece un esfuerzo de unidad por ambas partes. La banda ha roto su tregua, pero ha logrado que Gobierno y PP sellen el "preámbulo" de la suya. De la reunión de ayer en la Moncloa, la octava de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en esta legislatura, sale un mensaje con dos destinatarios. A ETA le queda claro que "gobierne quien gobierne" no logrará sus objetivos. A la sociedad, que el aviso de violencia ha sido capaz de unir más que la esperanza de paz.

Las circunstancias son tan diferentes ahora que ni Zapatero ni Rajoy pueden afrontarlas con la misma actitud que han mantenido estos tres años. La inminencia de una escalada de atentados de ETA les ha obligado a actuar como la sociedad espera que lo hagan. Tengan o no voluntad de afrontar unidos la amenaza terrorista, ayer escenificaron un acuerdo "de mínimos", en palabras del Gobierno, que servirá de cimiento para recuperar la confianza perdida. "El ha dicho que será implacable y yo le apoyaré siempre para derrotar a ETA", resumió Rajoy.

RELACION PRIVILEGIADA El cauce para recomponer esa relación es doble. Por una parte, Zapatero ofreció a Rajoy un canal "permanente y discreto" de diálogo, es decir, le llamará cada vez que lo requieran las circunstancias para discutir cómo afrontarlas. Si hay discrepancias, se dirimirán en privado. En paralelo, representantes del Gobierno y del PP mantendrán reuniones de coordinación. Hasta ahí, lo que era el pacto contra ETA del 2000.

La voluntad de Zapatero de sumar otros partidos a ese acuerdo --hasta ayer rechazada por Rajoy-- se concretará en una ronda de encuentros con los portavoces de todos los grupos parlamentarios. El presidente les hablará mañana en el Congreso y después la relación quedará en manos del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. El líder del PP aseguró ayer que "estará encantado de que el PNV se apunte a la derrota de ETA y no al diálogo o a la negociación". Para solventar sus diferencias sobre quién se ha saltado el pacto antiterrorista, ayer ni lo mencionaron. Todo eso es pasado. Esta es una "nueva etapa".

Cuánto pueda durar este incipiente entendimiento depende de ambos. Zapatero no exigió ayer "lealtad inquebrantable" de quien hace apenas una semana vaticinó que le seguiría atacando con el terrorismo. Y Rajoy evitó los reproches al jefe del Gobierno porque, dijo, "tiempo habrá" para pedir responsabilidades "a cada cual por sus conductas".

PRIMER CONTROL Será en las próximas elecciones cuando se dirimirá quién acertó en la política antiterrorista. El de mañana será el primer control al Gobierno en el Congreso sin preguntas al respecto. Eso sí, el popular avisó de que vigilará por si se da el caso "no esperable por estas fechas" de que Zapatero "vuelva a políticas equivocadas".

Lo que empezó como una condición del PP --que los concejales de ANV no tomen posesión de sus cargos e ilegalizar después el partido--, ayer se convirtió en un consejo. Rajoy admitió que se lo planteó a Zapatero junto a su "preocupación" por Navarra y Alava. El jefe del Ejecutivo insistió en que actuar contra ANV es "hoy inviable", aunque prometió estar alerta por si la formación aberzale "cruza la línea marcada por la legalidad". En cuanto al Gobierno de Navarra y la Junta General de Alava, el presidente del Gobierno se negó a mezclar la lucha contra ETA con los pactos poselectorales.

El líder del PP esquiva así las acusaciones de que se aprovecha del fracaso del proceso de paz. Por eso, dijo que no se ha movido y que cumple su palabra de estar al lado de Zapatero "cuando las cosas se pusieran feas". Pero decidió usar un tono presidencialista al asegurar "a los españoles" que la lucha contra el terrorismo se va a ganar.