Se presenta como el que fuera el primer jefe del frente militar de ETA y tiene muy claro que quiere promocionar el libro donde cuenta su lucha en la banda contra la dictadura. A punto de cumplir 65 años, Xabier Zumalde, El cabra , que dejó ETA tras la muerte de Franco, inaugura hoy en la localidad vizcaína de Artea, de apenas 700 habitantes, la primera exposición sobre "el método y la forma" de la frustrada revolución con la que soñó.

Manuales de insurgencia, vestidos, ikurriñas, libros prohibidos en el franquismo, explosivos, paneles de fotos, muchos fetiches y hasta la reproducción de un zulo a tamaño natural con etarra incluido (un maniquí) conforman la muestra que se puede visitar en el Ecomuseo de Artea, en un caserío en la falda del monte Gorbea.

Con toda la iconografía y los mitos etarras expuestos, Zumalde intenta resumir su tarea en 1965: "Crear una guerra de guerrillas para la insurrección de Euskadi".

Las razones que le llevaron a enrolarse en aquella historia, cómo lo hizo y que pasó las cuenta en su libro. La exposición es, dice, un complemento para "demostrar que la violencia no sirve para nada, que hay que abrir el corazón para darse cuenta de que ni uno es tan bueno ni el otro tan malo. Cuento lo que era ETA en sus raíces; algo que no tiene nada que ver con lo de ahora".

Un pacifista

Zumalde explica su retirada de la banda así: "Cuando las urnas hablan, las armas callan". Y lo dice mientras recorre con el dedo el mapa de los montes de Vizcaya por los que andaban los tres grupos que --periódicamente y vestidos de verde oliva como los revolucionarios cubanos-- tomaban pueblos, asaltaban canteras o colocaban ikurriñas en la noche. "Mi libro y la exposición hablan de una ETA desconocida. Entonces se trataba de hacer acto de presencia y de quitar el miedo de la gente. Yo soy un pacifista".

Zumalde da los últimos retoques a la singular exhibición y aclara que los explosivos no son reales. Tampoco está en uso el fusil que porta el maniquí ataviado con ropa de camuflaje. Confiesa que su afán de coleccionarlo todo le ha permitido montar la muestra y no teme que la vayan a clausurar: "No hay en ella nada peligroso. Sólo es un testimonio", apunta.

Crear polémica

El cartel que anuncia su libro está en la puerta de entrada a la dependencia que acoge la exposición. Es un anexo al Ecomuseo, que regenta con su mujer, Sabina, también compañera de lucha contra la dictadura.

Se trata, en realidad, de un edificio municipal que alberga un museo sobre el caserío vasco. El ayuntamiento les concedió la explotación hace ya seis años y el alcalde, Javier Beitia, del PNV, se asombra por el revuelo. "Todo esto me alucina. Ha sido una sorpresa. Yo lo único que sé es que quiere vender libros y desconozco el contenido de la exposición, aunque supongo que pretende levantar polémica", declaró Beitia ayer.

No parece que a Zumalde le asuste la controversia. Todo lo contrario: el revuelo dará promoción a su libro, que sólo es la primera parte de sus memorias etarras . El escritor ya ha contado su historia a una televisión privada con la que ha recorrido los escondites que usaban los primeros etarras en el monte. Y anuncia que el exilio será el tema de un segundo libro que tiene en preparación, y que aún habrá un tercero, centrado en el encargo que le hizo el Consejo General Vasco para preparar una evasión de los responsables políticos e intelectuales de Euskadi en caso de golpe de Estado.

"Lo voy a contar todo", resume Zumalde. Mientras, Beitia espera que no haya revuelo: "Supongo que no habrá problemas por la exposición. Los medios de comunicación tendrá que decidir si quieren hacerle propaganda".