Si existe el infierno, está allí» Con estas seis palabras define Patricia Sierra el horror de Siria. Ella nunca ha estado en el país, pero ha visto con sus ojos la consecuencia de la guerra. Seis años se cumplen esta semana desde que empezó el conflicto armado que ha dejado ya más de 300.000 muertos y seis millones de desplazados internos. Desde entonces, casi cinco millones de personas han huido a otros países por temor a perder su vida. La paradoja es que mientras millares de sirios abandonaban sus hogares -algunos ya inexistentes-, refugiado se convierte paradójicamente la palabra del año en el país.

La cooperante cacereña ha vivido unos meses esa realidad mano a mano, incluso ha llegado a coordinar la gestión de uno de los campos de refugiados en Termópilas. Navidades del año pasado fue la última ocasión en la que visitó. Era la segunda. Lo cierto es que aún recuerda la primera vez que lo pisó. «Un calor sofocante, un olor nauseabundo y miles de almas que te miran, con los ojos vacíos, llenos de pena». La particularidad del campo de Termópilas es que comparte espacio con una zona turística. Los autobuses de japoneses llegaban para visitar las termas a tan solo unos metros de donde centenares de desplazados vivían hacinados exiliados de la guerra. La metáfora de la humanidad. «Te puedo contar miles de historias», asume Patricia como si en apenas dos meses hubiera acumulado los relatos de toda una vida. Desde niños desaparecidos, jóvenes licenciadas arrancadas de sus cómodas vidas occidentales de un plumazo hasta familias que solo comparten un objetivo: «ser persona». Como si hubieran dejado de serlo en unos meses. Patricia y otros tantos se encargan de ese cometido. De devolverles su condición humana y de trabajar para que salgan de los campos y tengan un hogar, en Grecia primero, y luego más allá de la frontera en el ansiado sueño europeo.

La realidad es que esta crisis humanitaria ha sacudido al mundo, a Europa, a España y por supuesto a Extremadura. En 2015, los países de la unión europea acordaron acoger a 160.000 personas que huyen del conflicto armado en un periodo de dos años -con septiembre de 2017 como fecha límite-. El país se comprometió a recibir a alrededor de 17.000 (15.000 con políticas de reubicación y 1.400 con políticas de reasentamiento) y de este total nacional, a Extremadura correspondían alrededor de 350 personas. Ahora a mediados de marzo, la realidad es que esas cuotas no se han cumplido. Apenas un 4% de esos totales han llegado a unos meses para que finalice el plazo. Apenas 1.100 personas han aterrizado en España. El caso de Extremadura, según los datos que maneja la Junta de 2016 hasta la fecha han llegado 74 personas refugiadas procedentes de todos los conflictos. De esos 74, solo 16 proceden de campos de Italia y Grecia. En enero de 2016 llegaron un hombre y una mujer con tres hijos y en abril y junio, otros tres hombres y una mujer. Estos nueve casos fueron gestionados por la organización ACCEM desde el centro de estancia temporal de inmigrantes de Melilla. En septiembre, fue el colectivo CEPAIM el encargado de trasladar a la región a cinco refugiados y en enero de este año, otros dos llegaron de la mano de ACCEM. Estos últimos cinco casos pertenecen al cupo de reubicaciones de Grecia acordado por el país. Tanto ellos como el resto de inmigrantes (58) que han llegado en condición de refugiado en estos dos últimos años han sido acogidos en la provincia cacereña -Cáceres y Navalmoral de la Mata-, ninguno en Badajoz.

La cifra es reveladora. 16 refugiados en 16 meses. La región recibe en el último año a un refugiado sirio al mes. Este cálculo minúsculo es condenado por colectivos y organizaciones de calado internacional y por las propias instituciones extremeñas. Cabe recordar que las competencias en materia de asilo corresponden al estado, es decir, que las comunidades autónomas no tienen más recursos que presionar para que esa política se lleve a cabo. En ese sentido, Extremadura se posicionó como una de las regiones pioneras en este aspecto. De hecho, la región aprobó en su día una resolución para acelerar los compromisos de acogida y esta misma cuestión trasladó al debate en la última conferencia de presidentes.

En ese sentido, Ángel Calle, portavoz de la agencia extremeña de cooperación y desarrollo (Aexcid) lo pone de manifiesto destaca los esfuerzos de la región para que los cupos se cumplan y destaca la labor de la institución en materia de ayuda humanitaria. «Somos la comunidad que más inversión hace por habitante», destaca. No obstante, comparte la desazón común con respecto al tratamiento de las víctimas ante esta «situación de emergencia cronificada». «Si no se acoge es por culpa de Rajoy, en 2015 fuimos los primeros que notificamos al gobierno que disponíamos de los medios y de la capacidad para acoger», lamenta al mismo tiempo que califica de «mediocre» la respuesta de los estados miembros ante la situación. «Los estados miembros no han estado a la altura de una crisis que no tiene precedentes, nuestra generación mantendrá una deuda moral difícil de saldar», concluye.

La misma valoración hace Juan Zúñiga de Refugiados Extremadura sobre la actuación del gobierno central. «Es un fracaso para los derechos humanos del estado español, estamos cansados de la respuesta del gobierno», asevera. Tras encuentros con representantes del gobierno, lamentan la falta de transaparencia en torno al tema sobre cifras de damnificados y critican la ausencia de voluntad política sobre este asunto. «Queremos que se cumplan los acuerdos de reubicación, hay que dar una respuesta», secunda. Patricia, que pertenece a la matriz de Refugiados Cáceres, también carga contra los políticos. «Lo que está ocurriendo es un crimen y los políticos son cómplices de ese crimen, les diría que vinieran conmigo una semana», manifiesta. No duda tampoco en achacar que son las propias instituciones las que han instaurado «el miedo a la inmigración». «Los políticos han alimentado esa fobia, han implantado el horror al terrorismo y los terroristas no están en los campos de refugiados», añade. Sobre este mismo punto alerta en el último año gran parte de las organizaciones humanitarias que trabaja sobre el terreno y lamentan que la disyuntiva que vive Europa sobre la apertura de fronteras ha generado un repunte de xenofobia e islamofobia en muchos países.

30 REFUGIADOS más Y UN CENTRO // El proceso para solicitar asilo es una tarea compleja. Una vez que una persona llega a un campo de refugiados tiene una entrevista para documentarlo. Con el tiempo llega una segunda para traslado a un hotel o apartamento en el propio país y una tercera para pedir su reubicación. Ahí son los propios refugiados los que pueden solicitar hasta diez países. Curiosamente, entre los más solicitados se encuentra Alemania o Holanda, relata Patricia. España está a la cola junto con Portugal. Los tiempos son relativos y entre una entrevista y otra pueden pasar meses. Incluso un año.

Desde que comenzó el conflicto, tanto instituciones como colectivos desarrollan en Extremadura actuaciones para agilizar estos tiempos. Vanesa Merino, la portavoz de Amnistia Internacional en la capital cacereña también destaca los esfuerzos pero ataca directamente los protocolos de acogida. «El marco legal está desactualizado, no estamos preparados, no hay recursos y las entidades están desbordadas», lamenta. En cualquier caso Merino aprovecha también para pedir que no se olvide al resto de refugiados. Eritrea, Jordania, Palestina o el eterno conflicto del Sáhara golpean y parecen quedar en un segundo plano en el último año.

Justo esta semana Amnistía Internacional puso en marcha en todo el país la iniciativa Ciudad acogedora a la que se sumaron Cáceres y Badajoz. Ayuntamientos y la asamblea también asumen compromisos de acogida e instan al gobierno central que recorte los tiempos burocráticos para el asilo. Patricia Sierra también anuncia que la provincia de Badajoz habilita desde esta semana un centro que gestionará Cruz Roja con capacidad para 30 refugiados, que estima que lleguen en un periodo corto de tiempo. «Cualquier medida es poca», apunta Merino que se congratula como todos de la voluntad civil. «La gente quiere acoger», concluye.