Alrededor de 7.000 personas llenaron ayer la puebla de Guadalupe para acompañar y arropar a la patrona de Extremadura durante la misa celebrada en su honor en el templo del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe y la posterior procesión que tuvo lugar en el claustro mudéjar del mismo edificio, Patrimonio de la Humanidad desde 1993.

El templo se quedó de nuevo pequeño para los fieles y peregrinos que llegaron desde todos los rincones de la región y desde diversos puntos de España. "Yo pensaba que iba a haber menos gente porque es martes pero me ha sorprendido que la basílica ha estado llena", comentó un franciscano a este periódico. El alcalde de la puebla, Modesto Rubio, fue el que ofreció la cifra y afirmó a que la afluencia de visitantes es similar a otros años. En esta ocasión, la festividad de la patrona ha coincidido con un año declarado como Año Jubilar Guadalupense, al coincidir el 6 de septiembre en domingo.

La eucaristía en honor de la Virgen de Guadalupe estuvo presidida por monseñor Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo, quien pronunció una homilía en la que ensalzó la figura de la Virgen y donde pidió que la devoción "no se quede en espectáculo". "Nosotros hacemos la fiesta, pero el que hace el gasto es María o el Señor", dijo. El arzobispo también se refirió a la dificultad de mantener la fe en los tiempos actuales, porque "nos ponen dificultades desde fuera, desde la cultura dominante". Plaza finalizó su homilía, que estuvo acompañada siempre por un insistente murmullo y por el sonido del movimiento de los abanicos, afirmando que "no es buen camino separar la fe del resto de la vida". Junto a él presidieron la eucaristía el arzobispo de Mérida-Badajoz, los obispos de Coria-Cáceres y Plasencia, además de su homólogo en Segovia, que es natural de la puebla.

Como es habitual, no faltaron las autoridades políticas en la celebración religiosa. En las primeras filas de asientos se pudo ver al presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara; junto con la delegada del Gobierno en la región, Carmen Pereira; el presidente de la Asamblea, Juan Ramón Ferreira; y la consejera de Cultura y Turismo, Leonor Flores; además del líder de la oposición, José Antonio Monago, entre otras autoridades civiles y también militares.

Tampoco faltaron los abanicos, cuyo insistente movimiento no sirvió para paliar el calor que se vivió durante la misa y la posterior procesión, donde hubo algún mareo por golpe de calor. De hecho, las lipotimias fueron los casos más graves que tuvieron que atender los voluntarios de Cruz Roja, según una de sus miembros. Pero sin duda los casos más numerosos fueron las heridas y rozaduras que presentaban las feligresas (la mayoría eran mujeres) tras recorrer de rodillas la procesión por el claustro. Con lágrimas en los ojos y con dolor en sus piernas, Isabel Díaz, de Navalvillar de Pela, hizo este sacrificio "para que la Virgen me escuche". La escena se repetía constantemente con la llegada de nuevas peregrinas. Mientras, Tinín Rodríguez, de Cruz Roja, aprovechó para denunciar la situación de abandono que vive esta organización en la localidad. "Es una pena que en Guadalupe estemos así".